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Primero su compañera, y luego Martín Fiz

De las 15 personas que esperaban con avidez y en vela noticias de Juanito Oiarzabal en su ataque final al Annapurna, Migma, el cocinero, fue quien celebró más alborozado el éxito de la expedición. Migma, nepalí, lleva ocho años trabajando con Oiarzabal en sus expediciones, desde que se conocieron en Vitoria. Migma trabajó seis meses en un restaurante de la capital alavesa y allí comenzó su amistad con el montañero. Cuando Juan Vallejo le comunicó la noticia, Migma saltó alborozado y tomó buena nota de sus indicaciones: "Esperamos una buena comida de recibimiento". Los ingredientes obligarán a exacerbar la dedicación del cocinero nepalí en el campamento base.

La comida precedió a la aventura de Oiarzabal. Antes de abandonar el campo base, la expedición catalana, que efectuaba tareas de limpieza, le dedicó en el día de Sant Jordi una comida que incluía cava y tarta con los colores de la senyera. Interesados por el éxito, permanecieron en el campo base hasta tener constancia de que se producía.

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En el campo base, se mataba el tiempo aceptando los retos del sherpa Kim, que se llevó un palo de golf para comprobar sus habilidades.

Oiarzabal efectuó dos llamadas de inmediato tras hacer cumbre: la primera, a su compañera, Araceli; la segunda, a su íntimo amigo el maratoniano alavés Martín Fiz.

Antes había cumplido las dos normas fundamentales de la escalada: aprovechar la luz de la luna y llegar a la cumbre antes de la una del mediodía, para garantizar un descenso feliz.

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