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Escolares disminuidos de Almería reciben a compañeros de Finlandia En el centro se dan clases de costura, carpintería y cerámica

Vanesa es una avispada adolescente que estos días anda enredada en la confección de una falda que piensa regalar a su hermana. Maneja con destreza todos los aperos que rodean el arte de la aguja y el dedal y pocos dirían que se trata de una alumna de educación especial. La energía que desborda la joven es un nítido ejemplo de la ilusión que los profesionales del centro provincial de educación especial Princesa Sofía, de Almería, han sabido contagiar a sus alumnos. El Princesa Sofía se inauguró en mayo de 1970. Desde entonces han desfilado por el centro más de 1.500 alumnos, todos disminuidos psíquicos. Unos presentan bastantes potencialidades que pulir. Otros fueron peor tratados por el destino y sólo se les puede ofrecer el cariño y la entrega absoluta que encuentran en este centro, dependiente de la Consejería de Educación. Los 21 profesores de educación especial y tres monitores que trabajan allí son conscientes de las limitaciones de sus alumnos. No buscan milagros, pero tampoco están dispuestos a abandonar la posibilidad de ofrecer una educación real y honesta a estos chavales. Actualmente son 122 los alumnos del Princesa Sofía. Tienen edades comprendidas entre los 4 y 21 años y permanecen en el centro desde las 9.00 hasta primera hora de la tarde. Para ofrecerles una mejor propuesta educativa Juan Robles, director del centro, considera indispensable mantener contactos con otros centros similares de provincias cercanas. "Es importante que nos conozcamos y que sepamos de todas las asociaciones que trabajan con estos chavales, porque compartimos problemas similares". El Princesa Sofía ya ha dado algunos pasos en ese sentido. Aunque quizá puedan entenderse como pasos especialmente largos, puesto que, a su vocación de interrelación con centros específicos cercanos, se suma un hermanamiento con la Escuela Pankakoski, de Finlandia. Precisamente hace unos días los alumnos de ambos centros tuvieron la oportunidad de conocerse y compartir una jornada lectiva juntos. Los de Finlandia -que salían por primera vez de su país- interpretaron para sus anfitriones una adaptación teatral y musical de Blancanieves. Los de Almería correspondieron introduciéndolos en las actividades que los mayores del centro desarrollan en los talleres de garantía social de carpintería, cerámica y corte y confección. Fue la oportunidad de Vanesa para enseñar a la pequeña Hannamari los secretos de las telas y el momento que Gaby- un joven veterano en el centro, que este año tendrá que abandonarlo, puesto que ya tiene 21 años- aprovechó para mostrar a un colega finlandés los secretos de un buen ebanista.

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