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Reportaje:

Jesulín se retira al perder la ilusión

El diestro de Ubrique abandona el mundo del toro y deja "colgada" la alternativa de su hermano

"¿Quién viene?" "No viene, se va". "Pero ¿quién?" "Jesulín, el torero". "Ya". Pasa la una de la tarde y llega un todoterreno a las puertas del sevillano hotel Colón. "Ahí está. Ya llega". "Pero ¡no decía usted que se iba!" "Vamos a ver si nos aclaramos: viene ahora para decir que se despide". "Ya, bueno, vamos a dejarlo". A veces, las conversaciones son así. Ayer fue un día propicio para estos diálogos. Jesús Janeiro Bazán, de 25 años, se despedía de la profesión que ejercía desde el 2 de septiembre de 1990, cuando tomó la alternativa en Nimes (Francia) de manos de José Mari Manzanares. Jesulín de Ubrique deja de ser matador de toros. Una tumultuosa rueda de prensa en el más céntrico y torero de los hoteles que hay en Sevilla fue el lugar elegido para anunciar el acontecimiento. Un total de 13 cámaras de televisión, medio centenar de periodistas y una nube difícil de precisar de aficionados, curiosos y despistados abarrotan la sala habilitada para la ocasión. Paso calmo, mirada baja, gesto contenido... El popular torero parece otro. Fotos, destellos de cámaras, empujones y, por fin, el apoderado Manuel Morilla y el diestro se sientan, afinan la garganta. "Vamos a empezar. Ahora va a ser el torero el que os comunique la decisión", dice con voz quebrada el representante. La palabra es de Jesulín: "La decisión la tengo tomada". Silencio. Pasan unos segundos y el mutismo se vuelve incómodo.

"¿No hay preguntas?", se asombra el diestro. "¿Qué decisión?", inquiere la sala, toda llena de caras asombradas. Por fin llega la frase esperada: "Me retiro de los toros".

Llegados a este punto desciende el nivel de estupefacción y tanto la rueda de prensa como la ajetreada mañana se encaminan por sendas menos sorprendentes. Jesulín se explica. "No me encuentro bien. He perdido un poco, bueno, bastante, la ilusión, y para torear por obligación no estoy aquí. Necesito descansar, alejarme del mundo del toro y hacer mi vida. No voy a descender a los detalles. Eso es asunto mío", dice.

La desazón se apodera de la sala: ¿por qué está tan triste Jesulín? "No, no es desánimo o tristeza", contesta. "Nunca me ha gustado ligar mi vida personal con la profesional. Me considero un hombre afortunado. Mi familia, Belén [su novia]... me quieren a rabiar..., pero mi estado de ánimo con el toro no es el más apropiado... Y que conste que por falta de contratos no es. Puedo hacer 70 u 80 corridas sin problemas".

Jesulín, camisa clara, terno oscuro, se muestra comedido, las manos debajo de la mesa. "Estoy esperando un hijo. Es lo más grande de mi vida. Todo esto da mucho que pensar y por eso me retiro". ¿Vas a presentar como dijiste un programa de televisión?, se oye en la sala. Las caras de asombro reaparecen: "No tengo intención de hacer absolutamente nada. Quiero disfrutar de mi vida y de todo aquello que he podido conseguir". ¿Y qué ha conseguido? "Siempre he hecho lo que he querido y lo que me ha apetecido. Sólo me arrepiento de una cosa: de cantar". Ni siquiera en esta declaración Jesulín se permite una sonrisa.

La frenada en seco de Jesulín significa que no acudirá ni siquiera a la tradicional corrida de los guardiolas del próximo lunes, en la que está anunciado junto a Finito de Córdoba y José Luis Moreno. Tampoco sus compromisos en San Isidro ("y eso que nunca he ido mejor colocado", asegura) se harán efectivos.

Es más: su hermano Víctor, ahora novillero, se quedará sin recibir la fraternal alternativa: "Sé que he truncado la carrera de mi hermano... He pensado siempre en los otros y ahora me toca pensar en mí... Primero estoy yo, y luego, los demás... El que se juega la vida delante del toro soy yo y nadie más".

¿Se retira de forma definitiva? "Bueno, quizá dentro de dos o tres años vuelva. Cuando recupere la ilusión por querer ser un figurón del toreo". "Estar por estar, no me llena", responde. Así, el torero que en 1995 lidió en 161 festejos se va a la espera de la rueda de prensa en que tal vez anuncie su vuelta.

"¿Entonces se va de verdad?", insiste el aficionado de arriba. "Que sí, que lo ha dicho completamente en serio", contesta el avisado interlocutor. "Ya, pero ¿adónde?". "Haga el favor de dejarme en paz". Mientras, en una mañana propicia para improvisar conversaciones, el torero monta en su todoterreno y, en efecto, se va.

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