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FÉLIX BAYÓN Debería darme vergüenza, pero tengo que confesar que soy uno de los crédulos que pensó que la vuelta a la democracia y la llegada de la izquierda al poder supondría el reverdecer de aquella cultura republicana, laica y gozosa, que fue abortada por el franquismo. Mientras el PSOE gobernó la nación, la cosa quedó en mucha autocomplacencia, arrugas bellas, diputaciones que amamantaban videoartistas y cineastas que -creyendo quizá que hacían vanguardismo- vestían a sus actrices de Chanel. Aquí, en Andalucía, la cosa no daba ni para eso: mucho Rocío, mucha Semana Santa, más ferias y romerías que nunca y una analfabeta televisión autonómica que hacía añorar aquella en blanco y negro del franquismo. Visto lo visto, a nadie puede extrañar los datos que hacía públicos esta semana la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía: el 24% de los andaluces no lee nada, ni la prensa deportiva. En conjunto, el índice de lectura en nuestra región está cinco puntos por debajo de la media nacional. Estos datos aparecen en un estudio efectuado por la Asociación de Editores Andaluces, cuyos responsables han dicho que es el primero que se ha realizado en Andalucía. No está mal: después de diecisiete años de Gobiernos autonómicos podemos por fin enterarnos de lo poco que leemos en esta tierra. Se ve que, hasta el momento, a nadie le había preocupado el asunto. En la presentación de la encuesta, la consejera de Cultura, Carmen Calvo, recordó cómo Fernando de los Ríos decía que su gran sueño era que España aprendiera a leer. Paradójicamente, el sueño de Fernando de los Ríos lo terminó cumpliendo el franquismo. A falta de masas a las que alfabetizar, no hubiera sido mucho pedir que los gobiernos de izquierda se dedicaran a animar a la población a la lectura, en lugar de facilitarle intensas dosis de bazofia televisiva y continuas invitaciones a seguir la primera cruz de guía que les pasara por delante. En otros lugares de España, mientras aquí hemos convertido la Semana Santa y el Rocío en fiestas regionales de hecho, hay quienes se han preocupado de fomentar celebraciones laicas y cultas como la que, sin ir más lejos, vive hoy Cataluña. Allí, millones de personas salen a la calle cada 23 de abril para comprar libros y rosas que regalar a la familia y a los amigos. Nuestros compatriotas celebran así la festividad de Sant Jordi, el Día del Libro que conmemora a la vez la fecha de la muerte de Shakespeare, Cervantes y Josep Plá. Aquí en Andalucía, más modestos, nos tendremos que conformar con ver por Canal Sur la inacabable feria de Sevilla, las gracietas incorruptas de Mari Carmen y sus muñecos y a ese galán gilista llamado Máximo Valverde que sirve de telonero a Irma Soriano. Siempre podremos aprovechar los descansos publicitarios para rumiar las desoladoras cifras sobre hábitos de lectura que el Gobierno andaluz ha tenido a bien publicar esta semana con tal desparpajo que cualquiera diría que la cosa no iba con él. Lo mejor que tiene la política cultural del PSOE en Andalucía es que, cuando llegue el PP, no la vamos a echar de menos.

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