_
_
_
_
GUERRA EN YUGOSLAVIA El frente bélico

El patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa ofrece a Milosevic su intervención en favor de la paz

En una nueva señal de solidaridad de Moscú, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Alejo II, llegó ayer a Belgrado para pedir un milagro. Desde el altar de la antigua catedral de Sveti Sava, el líder religioso de los millones de ortodoxos rusos exigió humildemente una tregua de la OTAN y el retorno a sus casas de los centenares de millares de refugiados albaneses a Kosovo. La misión espiritual del jefe de la principal Iglesia de Rusia incluyó una altamente simbólica aparición pública con el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, que parecía cansado.

ENVIADO ESPECIAL

Slobodan Milosevic dio ayer una muestra de que no ha perdido el pesado y monótono estilo burocrático de su retórica. Le agradeció la visita y dijo que ésta refleja la voluntad de Moscú por utilizar sus buenos oficios a fin de lograr la paz y "acabar con esta agresión que carece de todo fundamento moral, legal y de cualquier otro principio". En cualquier caso, Milosevic afirmó que si se produce una operación terrestre de la Alianza Atlántica "Yugoslavia se defenderá activamente y eliminará a todos los agresores". Y añadió: "Con los que nos atacan no negociaremos hasta que pongan fin a los bombardeos". El dirigente serbio se mostró convencido de que la OTAN "morirá" en la guerra de Kosovo.

Alejo II, por su parte, concelebró una multitudinaria misa con el patriarca serbio Pavle, cuyos esfuerzos por poner fin a los bombardeos a base de oraciones se asemejan bastante en los repetidos, pero inútiles, esfuerzos del papa Juan Pablo II. Para darle una dimensión ecuménica, el servicio religioso de ayer incluyó a los dirigentes de las confesiones musulmana y judía de los Balcanes.

El lunes, los líderes religiosos en Yugoslavia de estas tres confesiones, junto al católico, firmaron un documento en el que pedían "el cese de los ataques" y el restablecimiento de la paz en la región.

La ceremonia fue solemne y resumió, de alguna manera, las esperanzas de los casi diez millones de yugoslavos que ansían un respiro tras 27 días de bombardeos de la Alianza Atlántica. Cálculos semioficiales señalan que desde el inicio de los ataques, el 24 de marzo, han muerto más de 400 civiles, han sido destruidos decenas de fábricas y ha sido golpeada fuertemente la conciencia ancestral del pueblo serbio.

Visiblemente afectado por lo que ha podido ver en Belgrado y en los rostros de sus residentes, el patriarca declaró: "Los misiles y bombas de la OTAN pretenden destruir el orden mundial creado después de la II Guerra Mundial e intentan crear un nuevo orden basado sobre la fuerza bruta".

Sentimiento de impotencia

El patriarca reflejaba así un sentimiento incrustado en el alma de la creciente mayoría de los rusos, furiosos pero impotentes, ante la campaña emprendida por la Alianza Atlántica capitaneada por Estados Unidos. Luego, el patriarca pasó al aspecto que más impresiona a Occidente: los centenares de millares de refugiados albaneses que han sido desplazados desde sus hogares en la provincia de Kosovo. Milosevic describió al patriarca como "un patriota" y su misión, como un inolvidable gesto de solidaridad. "Sabemos que es un gran luchador por la paz y la libertad", dijo, "y sus esfuerzos por lograr la paz nos van a dar resultados".

La situación de Slobodan Milosevic y su régimen adquirió un giro inquietante cuando Belgrado decidió cerrar la frontera de Montenegro con Croacia: los serbios están ahora rodeados de vecinos hostiles. Hungría, Bulgaria y Rumania son los únicos países países que mantiene contacto, frío, pero contacto, con Belgrado. La desestabilización en la región puede resumirse en una frase paradójica: la balcanización de los Balcanes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_