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Aniversarios

VICENT FRANCH El próximo domingo se va a celebrar el aniversario del desgraciado 25 de abril de 1707. Una vez más la efeméride movilizará al valencianismo y a parte de la izquierda política para recordar un hecho luctuoso del que se habrían derivado tiempos de reducción de la estructura jurídico-política del antiguo Regne de València a la dependencia castellana. Necrología y victimismo historicistas aliñarán los lamentos rituales contra la liquidación de nuestras libertades forales que en la fecha de la derrota se encontraban bastante neutralizadas por el ascenso imparable de la primacía de los reyes españoles sobre el páramo de nuestras antiguas libertades. Siempre me ha impresionado la indolencia con que el grueso de nuestro pueblo ha venido celebrando el aniversario ya recuperados la libertad, un cierto grado de autogobierno y la oportunidad de reconocernos en la iconografía del pasado. Y, desde luego, no es suficiente achacar la tibieza de las celebraciones al cloroformo político que los partidos mayoritarios de aquí habrían aplicado a las vías respiratorias de la memoria histórica. Es posible que además del propósito nunca ocultado de minimizar, banalizar o ridiculizar la magnitud de ciertos hechos históricos se dé entre nosotros una cómoda adaptación al pragmatismo que dicta el carácter vitalista, sensual y hecho de realidades muy ligadas a lo inmediato que parece caracterizarnos a los valencianos. Como asegura un viejo amigo mío, destacado financiero y hombre de negocios de la ciudad de Valencia, y nada ajeno a la estima de nuestro pueblo y cultura, nos empeñamos en que el valenciano vibre con viejas glorias y eternos fracasos que mortifican cuando él nos responde con inefable desmemoria, realismo y aquél estandarte desvariado que le vuelve cosmopolita aun a cuenta de su propia coherencia. Por eso estas grandilocuentes frases que aireamos a propósito del desastre de Almansa, es decir, de la pérdida del autogobierno foral residual dos siglos después de su esplendor, se convierte en alimento exclusivo de quienes aún creemos en el valor edificante de recordar la historia con respeto y propósito moralizante. Para que este 25 de abril sea en cierto modo diferente, y más deudo de celebraciones de verdadera proyección civil y política, quizás convendría recordar que ahora, precisamente ahora, el grueso de quienes han aprendido de la historia que las viejas derrotas nutren nuevas desmemorias y renovadas frustraciones están preparando desde la política -y no esclavos de una nostalgia improductiva-, compromisos firmes para llevar el autogobierno que la reciente democracia española ha permitido a los valencianos más allá y más arriba de su estricta y actual nominalidad. Celebrar los casi 300 años del desenlace de la Guerra de Sucesión discriminando las concretas e inmediatas acciones que el objetivo final demanda constituiría una reedición del macabro gusto por la necrología al que nuestro nacionalismo ha sido tan dado. Por eso, si el aniversario tiene sentido es en la medida que renueve el propósito de participar políticamente en el programa nacional valenciano disputando en la inmediata batalla electoral, y con la fuerza de los argumentos, quien ha de llevar a las instituciones autonómicas y locales el estandarte que yace aún prisionero en vitrinas mohosas de las dependencias del Ayuntamiento de Almansa. Vicent.Franch@uv.es

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