Cogida grave de Rodolfo Núñez y toro vivo al corral

La cogida ocurrió en el último toro de una tarde de contrastes, y de más sombras que brillantez y gloria. Rodolfo Núñez, que había estado bien en su dos toros, se volcó a la hora de herir, y salió cogido, pendiente del buido pitón del toro. Además, se fue un toro vivio al corral, tras escuchar su matador los tres avisos reglamentarios. La corrida de Millares fue noble pero muy floja, sosa y baja de casta. Y después estuvo el sobrero, un regalito con el que José Ignacio Ramos no pudo terminar a tiempo, luego de una labor torera honrada, aunque falta de suerte y acierto.

Al toro de la cogida, Rodolfo Núñez lo había toreado francamente bien, con algún enganchón, mas reluciendo temple y gusto. Comenzó el trasteo con ayudados por alto. Luego le enjaretó redondos en alguno de los cuales hubo una indudable plasticidad. Por naturales tiró del burel con técnica y mérito. Y cerró el trasteo a base de redondos de estilo y enjundia. Quiso amarrar el triunfo, y se entregó a la hora de matar.

Se encunó y salió prendido del pitón, giró sobre la afilada defensa y cayó herido en la arena. Se lo llevaron a la enfermería, y José Ignacio Ramos terminó de un descabello.

En su primero, Núñez supo sacar partido de un animal flojo y noblón. Se gustó en redondos de buena factura, en los que supo rematar acompañándose con la cadera. Un cambio de mano, para abrochar una tanda de derechazos, seguido de un pase de pecho, le quedó precioso. Por la izquierda no faltó presteza y mando. Defecto del trasteo, la falta de emoción por mor de unos toros que estaban flojos de fuerza y de casta.

Intervino en quites Rodolfo Núñez, y uno, en el quinto, de suaves delantales, de juego de brazos garboso, tuvo su aquel, y el público supo agradecérselo. José Ignacio Ramos le tocó bailar en la fiesta con el lote menos propicio. Y tuvo la mala suerte de que le tocara el regalito de Ortigao Costa. Un toro de media arrancada, que desparramaba la vista, de inciertas intenciones, que más parecía un toro del aguardiente, para madrugadas de capea.

En su primero José Ignacio Ramos se limitó a estar tesonero ante el marmolillo que llegó al último tercio rajado, y que se aculó en tablas en cuanto probó el primer muletazo. Tuvo que hacerlo todo el matador a la hora de la verdad, en la que dejó una sobria estocada en lo alto.

Sin embargo, lo que son las cosas, al cinqueño pasado de Ortigao, le fue imposible encontrarle los blandos. Había estado valiente, voluntarioso y honrado con un marrajo que no se lo merecía. Le buscó las vueltas y las imposibles embestidas, recorrió el ruedo detrás de un animal que llevaba la cara por las nubes y parecía que cazaba moscas. Y se empeñó en matar por arriba, a un toro que, a cada pìnchazo, tapaba cada vez más el hoyo de las agujas. Escuchó los tres fatídicos avisos.

Paco Cervantes recibió a su primero con una larga cambiada, y en el tercio de muleta estuvo digno y bien colocado ante el soso oponente. En su merito el manejo pulcro de la mano izquierda. Y en su segundo Cervantes hizo una faena de temple sobre la derecha, en la que hubo redondos de buen trazo, y en donde faltó, en fin, toro.

En el triángulo de Scarpa

La cornada que sufrió Núñez es en el triángulo de Scarpa. Según el parte facultativo tiene 20 centímetros, con arrancamiento de arterias colaterales de la femoral superficial y destrozo de los músculos abductores. pronóstico grave. Fue ingresado en la clínica la Fraternidad.