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Entre la península balcánica y la península Ibérica

No soy futbolista serbio, desgraciadamente soy escritor, activista de los derechos humanos y -lo peor de todo- albanés de nacionalidad. En cualquier caso, espero que estos dos últimos males no lleguen a sonar incompatibles, al menos no tanto como para que me obliguen a callar cuando los intelectuales en España callan acerca de algunas cosas sobre las que debían haber hablado hace tiempo. Su silencio, por el contrario, me obliga a exponer estas reflexiones sobre lo que está sucediendo en la península balcánica y sobre el eco de dichos acontecimientos en la península Ibérica, sin la menor pretensión de agotar la problemática correspondiente.A la península Ibérica, lo que sucede al otro lado del mare nostrum le llega a través de los medios de comunicación. Recurriendo a una simplificación inevitable, característica inherente a la información mediática, los sujetos visibles son: la OTAN, que bombardea Yugoslavia; Yugoslavia, que es bombardeada por la OTAN, y cientos de miles de kosovares que llegan a los Estados vecinos. Milosevic se transforma en alegoría demonológica abstracta, al tiempo que su aparato represivo se convierte en fantasma a consecuencia del embargo informativo que nos imponen. Existe además un cuarto sujeto: aquellos que, mediante el análisis de la información, deberían sacar a la luz todo aquello que permanece invisible. De acuerdo con una definición de Pasolini, esto compete a los intelectuales: intelectuales son aquellos que tienen el valor mental y moral de decir aquello que es incluso cuando no lo parece. En la sociedad española esta misión la han venido cumpliendo los intelectuales progresistas, o "de izquierdas", tal como se les llama aquí, que son los portadores de los valores humanistas y culturales más apreciados de esa tradición cuya cuna es el mare nostrum, el mar Mediterráneo, el mar de la civilización clásica y del renacimiento europeo. Sin embargo, mediante su silencio acerca de lo que está sucediendo al otro lado del mare nostrum, ellos se tornan por sí mismos en un sujeto invisible, aunque presente por el solo hecho de que deberían hablar. En estas circunstancias, yo les llamaría la "Izquierda Hundida". Su mirada no consigue pasar al otro lado del mare nostrum.

Al margen de las semejanzas fonéticas, la Izquierda Hundida no debe ser confundida con Izquierda Unida. A propósito de esta última no tengo nada que decir, cuando representantes suyos se convierten en prótesis políticas de ciertos serbios que, por una parte, han dado muestras de un raro virtuosismo en el juego con el pie, mientras, por otra, intentan en vano encontrar entre los amantes españoles del deporte una nueva versión de los hooligans de Belgrado, los cuales, luego de ser desplegados por los estadios por Arkan, fueron convertidos también por éste en escuadrones de la muerte en Croacia, Bosnia y hoy en Kosovo: precisamente acerca de este fenómeno existe un excelente ensayo: El fútbol, los hoolingans y la guerra, de Ivan Colovic, intelectual serbio que no piensa con los pies. Aunque esta postura de algunos de los de Izquieda Unida no me asombra ni un ápice: no es la primera vez, en este siglo, que el comunismo y el nazismo coinciden.

La que, sin embargo, me sorprende y me inquieta es la Izquierda Hundida (de la que forman parte, sin duda, personalidades respetables de Izquierda Unida). Me inquieta, decía, el prolongado silencio de los intelectuales progresistas de España, de los intelectuales españoles (o catalanes, vascos, gallegos) que creen sinceramente en los valores del humanismo universal y con los cuales, por eso mismo, me identifico.

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¿Por qué calla la Izquierda Hundida? O mejor dicho, ¿qué balbucea ahora, después de haber callado durante más de un año ante las masacres que, al otro lado del Mediterráneo, no excluyeron siquiera a los niños? Según parece, la Izquierda Hundida calla porque se encuentra desconcertada, o simplemente balbucea en alguna columna periodística, en alguna entrevista o mesa redonda, en conversaciones privadas o amistosas en torno a mesas de diversas formas, balbucea algo confuso contra Milosevic, mezclado con algo contra la OTAN, añadiendo más confusión todavía, y luego, al día siguiente, suspira de nuevo sorprendida al ver las imágenes de los kosovares refugiados.

La jerga moralizante contra la OTAN y en favor de la paz sin condiciones incrementa la confusión por una serie de razones. Primero, se olvida que la guerra comenzó hace más de un año, aunque fuera de "baja intensidad" (mientras se quemaban aldeas y se asesinaba a la población civil, asimismo con "baja intensidad", en particular por lo que se refiere a la media de edad, en la que inconscientemente influyeron los niños de pecho). Segundo, quienes acusan a la OTAN del bombardeo de Yugoslavia olvidan quién está bombardeando Yugoslavia, que no es la OTAN, sino el ejército yugoslavo, el que coloca en el punto de mira de los cañones objetivos civiles, y abrasa ciudades y arrasa aldeas, allí en Kosovo. Parte de Yugoslavia, ¿o no? ¿O es que se trata de una cuestión interna? Como el Gulag, ¿o no?, sobre el que igualmente se mantuvo un silencio supersticioso (y en donde, ya que sale a colación, el autor de estas líneas se pasó unos ochos años de su juventud, mientras numerosos homólogos, es decir, compañeros de sufrimientos, pasaron entre 18 o 20 años, juventud y vejez juntas, o incluso la muerte). Aunque todavía más sorprendente resulta ver cómo los intelectuales progresistas, que insisten en la existencia de un hiato entre la sociedad civil real y su representación política (idea con la que yo también me identifico), desprecian las decisiones de estas instancias de representación y sin embargo se acuerdan de la ONU, se diría que ésta se encontrara más cerca de las sociedades civiles que los parlamentos de Occidente. ¿Quién? ¿Rusia, China? Tercero, las letanías en favor de una solución pacífica, mezcladas con los lamentos por los kosovares, invocan un enigma insoluble en este final de milenio: ¿cómo se convencerá al sátrapa de Belgrado para que no continúe la limpieza étnica? ¿Acaso con palabras bonitas? ¿Mediante los mensajes que envían al éter las ONG? Mensajes enternecedores, pero que sólo consiguen hacerle reír, y convierten a sus emisores en bufones del rey. Desde luego, éste es el precio de una comodidad espiritual inconmovible, aquí en el Occidente civili-

zado. Cuarto, aunque tengo bien clara la moral de dos caras de la OTAN, que no mueve un dedo por los derechos de los kurdos, violados con enorme salvajismo precisamente por uno de sus miembros, se me antoja de todos modos incomprensible ese juicio según el cual la OTAN, con sus propios ataques aéreos, pretendidamente contribuye a la limpieza étnica y el genocidio de Milosevic en Kosovo. O mejor dicho, que la OTAN estimula a Milosevic. Se diría que Milosevic no dispone de poder de decisión y el aparato terrorista policiaco-delincuente serbio no está compuesto de personas, sino que actúan automáticamente, casi inocentemente. Mediante ese breve bucle lógico, el sujeto del crimen queda sumido en la invisibilidad o, más exactamente, es exculpado. La limpieza étnica y el genocidio se iniciaron hace un año, se intensificaron al extremo durante las conversaciones de paz, y ahora se llevan a cabo a un ritmo increíble: lo que en Bosnia duró tres años, aquí, dos o tres semanas. Por supuesto, si las potencias occidentales le hubiesen dado más tiempo a Milosevic, éste habría continuado con toda tranquilidad al ritmo anterior. Habría despachado el asunto en el tiempo que se le diera. Cuestión de tiempo, por tanto. Y de falta de eficacia por parte de la OTAN. O de carencia de decisión de los Estados occidentales. Finalmente, los suspiros de compasión sobre el (hasta ahora) casi un millón de kosovares convertidos en refugiados (por lo que se refiere al número de muertos, no se sabe, aunque la Izquierda Hundida debería saberlo, bastaría con que se tomara el esfuerzo de emplear el cerebro): los kosovares, así, dejan de ser sujetos. Porque los vemos únicamente como objetos de ayuda humanitaria. No como personas, por tanto: las personas son sujetos de derechos fundamentales e inalienables. Pero nosotros, la Izquierda Hundida, no vemos más que aquello que nos proporcionan los medios. No analizamos. Suspiramos y callamos. Ni siquiera oímos a los kosovares. Somos sordomudos, nosotros, la Izquierda Hundida. Hundida en el mare nostrum, en la simbología de unos valores en los que, sin embargo, continuamos creyendo. (Barcelona, Semana Santa de 1999).

Bashkim Sehu es escritor albanés, autor, entre otros, de Confesión junto a una tumba vacía, Península, 1998. Traducción del albanés: Ramón Sánchez Lizarralde.

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