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MURCIÉLAGO DE HERRADURA

El mundo boca abajo

Tener el negro por color, salir a cazar de noche y atesorar alguna que otra historia barnizada de leyenda no son buenos ingredientes para que el vecindario te respete. Eso es lo que le ha ocurrido a las 25 especies de murciélagos que habitan en la Península Ibérica. Es difícil hacerse el simpático con semejante reputación. Las historias ocultan una verdad distinta y curiosa. En el Valle del Guadalquivir podemos asistir al despertar del reposo de los murciélagos de herradura, tras pasar el invierno ralentizando al máximo sus funciones vitales. Su ritmo cardiaco se reduce a tres pulsaciones por minuto. Con la aparición de insectos le llega el momento de trabajar para prepararse para el nacimiento de una cría que, por arte de magia, engendran ahora las hembras aunque la cópula se realizó en otoño. El murciélago mediterráneo de herradura se caracteriza por tener unos crecimientos de la piel cerca de la nariz, razón de su nombre científico (Rhinolophus euryale). Su labor es altamente beneficiosa al alimentarse de insectos, pero cada vez se ve más mermada debido al uso de insecticidas en el campo. Conservar sus refugios no es una cuestión de ecología de mercado; es una cuestión de interés personal por la labor sanitaria que realizan.

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