_
_
_
_
_

La nave del placer

3.300 jubilados del interior de la provincia llegarán a Málaga en calidad de turistas a lo largo de esta primavera

Un barco surca festivamente las aguas de la Bahía de Málaga. Deja a su paso una estela de rumbas y palmas y un eco de megafonía. No es un barco cualquiera; es la Super Goleta, cargada hasta los topes de jubilados venidos de todos los confines de Málaga. Hacen una visita turística dentro de la campaña Pásalo bien con tu Diputación. Y, desde luego, ponen mucho de su parte para pasarlo bien. Por la mañana, al Santuario de la Victoria y al barco, a ver la ciudad desde el mar; por la tarde, después de comer en el Centro Cívico, a la sala de exposiciones Alameda. Hoy han venido 108 mayores -así prefieren ellos que los llamen- de Sierra de Yeguas y de Teba, dispuestos a poner la capital al rojo vivo. La idea no es del todo nueva: lleva ya tres años en marcha. Se trata de acercar a Málaga a jubilados procedentes de pueblos pequeños del interior de la provincia. Desde el 6 de abril y hasta el 17 de mayo, 3.300 pensionistas se beneficiarán de esta iniciativa, muy propia en este Año Internacional de los Mayores. Los protagonistas llegan al puerto en dos autobuses. Se bajan con gran estrépito, todos tocados con gorras azules de la Diputación. Algunos cantan y bailan de camino a la Super Goleta. La monitora que los acompaña tiene aspecto de cansancio, y eso que sólo son las 12. "La que vienen formando", murmura. Cruzan la pasarela y cogen sitio. En el muelle, Pilar Jurado, diputada de Bienestar Social, y Martirio De Las Heras, directora del Área de Bienestar Social, los despiden con la mano y les desean buen viaje. Se supone que muchos de ellos iban a ver el mar por primera vez, pero en este grupo todos están muy resabiados y han viajado bastante. El que más, el que menos, ha pasado una quincena en Benidorm y una semanita en Palma de Mallorca. José Torres, por ejemplo, que tiene 68 años y es de Sierra de Yeguas, dice con toda normalidad: "Tengo vista ya toda España". Su compañero de travesía, Antonio Torres, que es además el presidente del Hogar del Jubilado de Sierra de Yeguas, apostilla: "¡Si es que paramos muy poco en casa!" Cuando el barco suelta amarras, a bordo suena una canción de Pink Floyd. El capitán da la bienvenida a los viajeros y comienza un discurso largo y complicado sobre las características del puerto. "Me voy a hinchar a sacar fotos", dice un señor sonriente sin hacerle mucho caso. "24 tiene". Comienza una sesión fotográfica en cubierta. Uno de los tripulantes aparece con una gorra de almirante y se la presta a Antonio, que se la pone y posa, muy marcial. La gorra va de cabeza en cabeza. El capitán, después de media hora de discurso ininterrumpido, se calla un minuto y se ofrece voluntario para contestar todas las preguntas de los interesados. Nadie se mueve. Sin embargo, el capitán recupera el altavoz para contar que un barco de aspecto inofensivo que está fondeado algo más allá es, en realidad, de la armada de los Estados Unidos. Transporta material bélico y, camuflado de mercante, está a la espera de órdenes para dirigirse a Yugoslavia. "Nosotros los marinos sabemos esas cosas". Los jubilados saben otras. "Esto está muy bien. Te llevan, te traen, te dan de comer... Se conoce mucha gente", dice José encantado. A su lado, Encarnación Camarena, de 70 años, se queja de que el barco corre poco. "Esto no se mueve nada", dice con desdén, ávida de emociones fuertes. Ana Ramos aprovecha que suenan los compases del Probe Miguel y se marca un baile sensual y risueño. Al fondo, Málaga los espera con los brazos abiertos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_