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Posturas

A. R. ALMODÓVAR A todos nos hubiera gustado tener un poco más de margen y de información para pensarlo. Pero la vida es así. La guerra es así y la tregua de Semana Santa no dio para más. Cada día que pasaba en Kosovo estábamos más cerca de tener que definirnos. Y no definirse acabará siendo la peor de todas las posturas. Hay que estar a la altura de las circunstancias, y no por encima del revoltijo, decía Machado, alguien que precisamente sufrió deportación y muerte en el exilio. Ni siquiera nos servirá de coartada el que este rincón del periódico debe referirse mayormente a cuestiones andaluzas. ¿Habrá algo más andaluz en esta hora que las bases de Morón y Rota? ¿Y las terribles matanzas étnicas que tienen lugar en Argelia, ahí mismo? Etnia, religión, nacionalismo, limpieza. Han vuelto las palabras terribles. Por todas partes brotan, como la mala yerba que no nos ocupamos de arrancar a tiempo. Y de eso somos culpables. El jardín se ha llenado de ortigas, avena loca y viborera. Los tulipanes se abren paso a duras penas entre las corregüelas y los cardos. Las zarzas del vecino trepan por nuestros cerezos en flor. Ya está pasando el tiempo de las dudas -aunque no del desasosiego, que irá a más-. Pero algunos ni siquiera se lo pensaron un poco y respondieron al síndrome antiyanqui y anti-PSOE. ¡Era tan fácil despacharse a gusto contra la OTAN y contra Javier Solana! Suelen coincidir, sospechosamente, con antiguos colaboradores o militantes comunistas. Los hay incluso que todavía le ríen las gracias a Fidel Castro y acuden a sus festejos de botarate insigne. Una perla, entre otras, la de Vázquez Montalbán en este periódico, el día 5, sugiriendo que la catástrofe humanitaria de Kosovo "formara parte del diseño de la OTAN". Me debato entre la compasión y la tristeza. Me acuerdo mucho estos días de la honradez desesperada de Albert Camus. "No hay nada que justifique el crimen y la injusticia", decía una y otra vez, "contra las abstracciones y los terrores del Estado totalitario, sea ruso, alemán o español". En una época en que los intelectuales de izquierda se repartían entre tontos útiles y compañeros de viaje de los partidos comunistas, él se rebeló y luchó contra el fascismo y contra el comunismo por medidas iguales, y contra la misma Unesco cuando ésta abrió sus puertas a la España del "tortuoso Franco" (1952). Otro tortuoso criminal llamado Milosevic ha sembrado la confusión, que es legítima, como la duda. Pero también los hay dispuestos a dejarse confundir, a titubear, a proponer alternativas imposibles. Algunos subrayan la necesidad de un mandato de la ONU -ojalá-, olvidando que Rusia tiene allí derecho a veto. Y mientras tanto Milosevic sigue masacrando, deportando, asesinando, limpiando. Como Franco, como Hitler, como Stalin. A los tres se les dieron demasiadas facilidades, en nombre de la libertad. No cometamos otra vez el mismo error. A los terroristas, a los dictadores, a los fanáticos, no hay que darles tregua ninguna. Porque aprovechan nuestras debilidades democráticas para armarse, cortarnos el cuello o pegarnos un tiro en la nuca. Y están ahí mismo: en Argelia, en Euskadi, en Yugoslavia.

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