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Obispos

XABIER ZABALTZA Sí, ya sé que soy un carca. Que el anticlericalismo está pasado de moda. Que incluso a los progres más progres les encanta dejarse fotografiar con religiosos, curas y demás ralea -y no digamos ya con el papa- para demostrar lo tolerantes y europeos que son. Pero es que yo debo de ser uno de los últimos ejemplares de matacuras ibérico, tan abundante antaño por estos parajes. Una especie de mamut decimonónico milagrosamente conservado. Tampoco digo que haya que llegar a los excesos de Nerón, aunque tengo que confesar que a veces a uno le dan unas ganas... Vamos, vamos, no nos pongamos tan dramáticos. Varios de mis peores amigos son curas o han pasado por el seminario (algo en absoluto reseñable en esta bendita Vasconia nuestra, donde "cura" y "trabucaire" han solido ir yuxtapuestos). En realidad los curas se lo pasan pipa conmigo: intentar llevar a un hijo pródigo de vuelta al redil es al parecer una de las máximas satisfacciones a las que los pobrecillos pueden aspirar en esta vida. No hay cura que no me haya soltado en alguna ocasión aquella monserga con tintes de soborno que comienza más o menos así: "Es imposible que una persona inteligente no crea en Dios". Frase que, por supuesto, revela la inmensa apertura mental del que la pronuncia. Todo esto viene a cuento por las declaraciones que algunos de nuestros simpáticos obispos han tenido a bien proferir durante las últimas semanas sobre la condición femenina y el uso del condón. Muy pero que muy progresistas, oigan. En realidad no sé cómo tengo la desfachatez de escribir este artículo porque ni siquiera me he molestado en leerlas: sé de antemano qué me van a contar. Y digo más: no reconozco a los obispos ninguna autoridad para hablar de esos temas. De teología que discutan lo que les de la gana, pero de mujeres y de sexo ya me dirán ustedes qué pueden entender (y si entienden, más les vale callarse, que por la boca muere el pez). El que quiera escuchar sus sermones, que acuda a la misa dominical, que esto es una democracia. Yo reconoceré a los obispos el derecho a hablar fuera de las iglesias cuando a mí me dejen echar un mitin desde un púlpito o cuando publiquen mis obras completas en La Verdad. Que España es un estado laico, gracias a Dios. Y ya que estamos con religiones, no sé si han oído hablar ustedes de los shakers. Pues los shakers son una subdivisión de los cuáqueros, famosos como artesanos y por la calidad de los muebles que fabrican. Resulta que, según ellos, el sexo es pecado incluso dentro del matrimonio. Como ven, han llevado la sexofobia cristiana hasta sus últimas consecuencias. Algo por lo demás perfectamente lógico. El único inconveniente es que cada vez son menos, ya que, vaya por Dios, no se reproducen. Yo recomendaría a nuestros obispos que se hicieran miembros de esa secta, a ver si se extinguen de una vez. Hay sin embargo algo que tengo que agradecer a nuestros pastores: el que sean consecuentes en su trasnochamiento ultramontano. La Iglesia, desde tiempos de Constantino, ha sido uno de los mayores lastres para el avance social, al menos en Europa. Yo a los que no puedo entender es a los curas progres, esos que van poniendo una vela a Dios y otra al Diablo bolchevique (es un decir). A mí el cura me gusta con sotana pulcra y rezando en latín, que es una lengua con mucho futuro en la nueva Edad Media que se nos avecina. ¿Qué es eso de cantar el "¡Qué alegría cuando me dijeron...!" al ritmo de samba? Horteradas modernistas kanpora! Para terminar este artículo haciendo rabiar un poco más a mis queridos amigos, les voy a contar un secreto que el mismísimo Satanás reveló en un memorable sketch de Mister Bean. Resulta que los cristianos están condenados a purgar eternamente sus penas en el infierno porque, agárrense, ¡los judíos tenían razón! Pues lo siento mucho, amigos míos. ¡Shalom!

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