El día de Perogrullo
El Ayuntamiento de Madrid ha decidido por unanimidad de todos sus grupos políticos declarar el 29 de abril Día Sin Coches. En principio la genial ocurrencia se limitará a recomendar que la gente no utilice ese día el coche, y éste es motivo de albricias pues había quientes tenían la pretencisón de hacerlo obligatorio, en línea con el intervencionismo autoritario que se lleva. Se trata de demostrar a la ciudadanía -a la que deben de tomar por idiota- que sin coches es más fácil moverse por Madrid y mayor su calidad de vida.Los concejales han debido devanarse los sesos hasta alcanzar esta verdad de Perogrullo. Sería curioso saber si llegaron a esa sesuda conclusión una noche de duermevela echada a vino y rosas o durante una esforzada evacuación de las miserias corporales. El que tuvo primero la idea que levante el dedo y se le erigirá un monumento.
Lo que de verdad se va a demostrar si llega el Día Sin Coches es que semejante medida no sirve absolutamente para nada, salvo para que los políticos se retraten haciendo el oso y los ciudadanos lleguen a sus trabajos tarde y con agujetas.
José Ignacio Echeverría, concejal de Tráfico del Ayuntamiento de Madrid, ha manifestado su convencimiento de que con menos coches aumenta la calidad de vida, e invita a los madrileños a que el 29 de abril utilicen masivamente los transportes públicos.
No se sabe muy bien si la proposición del concejal responde a un enternecedor optimismo o a una maquiavélica jugarreta de su subconsciente. Pues si ese día, a las horas punta, todos los madrileños le hacen caso, o van metidos en los transportes públicos como ganado o se quedan de infantería.
Un día sin coches traerá, en efecto, la consecuencia de que no circulen coches, lo cual debe ser un descubrimiento de una magnitud sólo comparable con la invención de la pólvora. Y su éxito valdrá para inspirar a los concejales nuevas ideas concebidas desde la genialidad. Por ejemplo, un Día Sin Peatones demostraría que si la gente no sale a la calle no hay atropellos y los coches pueden saltarse los semáforos en rojo a toda velocidad -según vienen haciendo muchos ante la pasividad de los agentes- sin llevarse a nadie por delante. Un Día Sin Respirar -todo el mundo apretándose las narices- demostraría que si no se respira no se inhala el insano monóxido de carbono que sueltan los tubos de escape.
El Día Sin Coches -se ve venir-, los concejales y restantes políticos saldrán a la calle previo aviso a los fotógrafos dando ejemplo de modernidad. Y unos irán a la oficina a trote de footing vistiendo chándal, otros montados en bicicleta, otros llevando a caballito a algún anciano en demostración de solidaridad, mejor si es negro y está borracho para añadir a la edificante acción la virtud de la tolerancia.
Y así todo el 29 de abril, festividad de santa Catalina de Siena, terciaria, mística y doctora de la Santa Madre Iglesia. Luego llegarán las cero horas del 30 de abril, cada cual saldrá con su coche, volverá a la normalidad la vida y el Día Sin Coches sólo habrá servido para poner a prueba la paciencia de la ciudadanía, sometida durante 24 horas a una situación surrealista, molesta e inútil.
Quizá resultaría más práctico establecer el Día Sin Coches Aparcados en Doble Fila, el Día Sin Guardias Que Suelen estar Donde No Hacen Ninguna Falta, El Día Sin Automovilistas Temerarios y Estúpidos Que se Saltan Por Sistema Los Semáforos, entre otras numerosas situaciones necesitadas de abstinencia, que los concejales podrían concebir las noches de duermevela o durante sus evacuaciones en la aromática soledad del excusado. Y, sobre todo, el Día Sin Manifestaciones en Madrid.
Si un día Madrid amaneciera sin coches en doble fila, con guardias prestando servicio donde deben, con automovilistas respetando las normas y sin manifestantes cortando el tráfico, se podría comprobar lo bien que se transita en esta ciudad amplia y bonita, que en tiempos fue cómoda y amable.
Mientras que ahora da asco verla con tanto caos circulatorio y tanto concejal soltando paridas de Perogrullo.
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