"La música pausada es una medicina contra el ajetreo de Madrid"
Por las mañanas, de ocho a tres, Julio García (Madrid, 1968) se enfunda los guantes y afronta una nueva jornada como mozo del Ministerio de Justicia, "cargando muebles, grandes fajos de papeles y cosas así". Por las tardes, agazapado en la planta baja de su coqueto refugio en Villanueva del Pardillo, lejos ya de la vorágine de la gran ciudad, empuña su guitarra acústica, toma asiento frente a la mesa de mezclas y comienza a componer y grabar. Así, con el más artesanal de los métodos, ha dado ya fruto a dos trabajos instrumentales, Cielo y tierra y el reciente Paso a dos, que le muestran como un artista sensible, muy visual y comprometido con la melodía. García, mito encarnado del creador en soledad, lo tiene claro: "Después de haber probado suerte con el pop y el rock, no he encontrado nada tan satisfactorio como sugerir atmósferas y viajes, casi películas enteras, en la mente de los que escuchan".Pregunta. ¿Ha concebido alguna melodía brillante con un mueble entre las manos?
Respuesta. Me temo que en el mundo de la administración no es sencillo encontrar elementos que te puedan inspirar. Por eso, las tardes de ensayo son para mí una especie de terapia intensa. Hago música pausada y contemplativa porque la siento como una medicina contra el anodino ajetreo de la gran ciudad.
P. Cielo y tierra y Paso a dos. A juzgar por los títulos de sus álbumes, parece muy atraído por las dualidades.
R. En el fondo, los dos encierran un homenaje a Carmen Ros -mi compañera, mi amiga- y, por extensión, al trabajo en pareja. Llevo tocando desde los 14 años y he pasado por ocho grupos, ocho, que se fueron disolviendo uno detrás de otro. Carmen fue la que me convenció para que me montara mi propio estudio y comenzara a experimentar.
P. Parece la encarnación del individualista radical...
R. Tampoco es para tanto. Ahora estoy ensayando con otro guitarrista, Isidro Solera, y un flautista, Julio Albertos, y funciona la química. Albertos salía de los primeros ensayos tan abstraído que luego se pasaba siempre la salida a la M-40...
P. ¿Madrid encierra ventajas para los artistas noveles?
R. Debería ser así, pero luego te encuentras con un déficit desolador de salas para actuaciones en directo, y más si tu apuesta se sale de los cánones comerciales. Mi primera actuación pública, por ejemplo, se saldó con números rojos: la entrada era gratuita y las tarjetas de invitación corrían por mi cuenta. Y no fue aquélla la única experiencia en este sentido.
P. ¿Villanueva es un buen sitio para vivir?
R. Digamos que aquí no hay que soportar el ruido de los autobuses, y cuando se parte del silencio entran más ganas de coger la guitarra.
Paso a dos está editado por Escalera/Antar.
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