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Nueva York teme a sus policías

Jesse Jackson, Susan Sarandon y otros famosos encabezan la protesta contra la violencia de los agentes

Todos los días durante las últimas tres semanas, cientos de personas se congregan en la sede del departamento de Policía de Nueva York. Protestan contra la brutalidad policial y la indiferencia del alcalde, Rudolph Giuliani. La manifestación culmina con una sentada a las puertas del edificio, lo que provoca un arresto masivo. Y al día siguiente, lo mismo. El pasado jueves, 219 personas se dejaron detener por la policía, entre ellas, líderes religiosos y políticos y famosos como la actriz Susan Sarandon.Era la culminación (por el momento) de las jornadas de "desobediencia civil" como protesta por el asesinato en febrero de un inmigrante guineano en el Bronx, que cayó abatido por 41 balazos de cuatro agentes de la policía. La muerte de Amadou Diallo, que iba desarmado y estaba entrando en su casa, ha marcado el punto de inflexión en el cual la política contra el crimen de Rudolph Giuliani, tan eficaz como implacable, pasa a ser una amenaza contra la seguridad ciudadana. La popularidad del alcalde está cayendo en picado.

Muchos neoyorquinos, sobre todo negros e hispanos, no pueden salir solos de noche sin miedo a que les pare un coche de policía y les someta a un cacheo arbitrario. Unas 27.000 personas atravesaron esta humillación en 1998, pero esos cacheos sólo se tradujeron en 5.000 detenciones. Y ésos son los afortunados, porque a otros directamente les estrangulan con la porra o les acribillan, como en el caso de Diallo. "La atmósfera es tóxica, estamos en un momento explosivo", ha declarado el reverendo Jesse Jackson, el líder de los derechos civiles de los negros, que ayer mismo fue detenido por la Policía de Nueva York en una nueva jornada de protestas.

Hoy día, todo el mundo en Nueva York conoce a alguien que ha tenido un altercado con la policía: a uno le han llamado la atención bajando las escaleras del metro, a otro le han puesto las esposas de plástico (una cincha que ata las muñecas como el cierre de una bolsa de basura), y a otro le han metido en el coche patrulla sin explicación. "La seguridad ciudadana a expensas de las libertades civiles es inaceptable" protestó Susan Sarandon en la manifestación del jueves.

Otros líderes que se han dejado poner las esposas en los últimos días son el reverendo Al Sharpton, el congresista neoyorquino Charles Rangel, el interventor del Estado H. Carl McCall y el ex alcalde David Dinkins. Pero el ambiente de miedo no sólo incumbe a la comunidad negra. Figuras destacadas de la comunidad judía y católica, hispanos y ciudadanos sin ninguna adscripción concreta también están acudiendo a las protestas.

El mes pasado, la revista The New Yorker publicó en su portada el dibujo de un policía en una feria practicando el tiro sobre figuras de niños, ancianitas y viandantes. El departamento protestó por la provocación, pero los lectores de la revista, intelectuales de clase media-alta, respondieron que aunque hay agentes de policía honestos, ecuánimes y profesionales, son la excepción.

Jesse Jackson y Kweisi Mfume (presidente de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color) han pedido ahora a Janet Reno, titular del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que abra una investigación a alto nivel desde Washington sobre la insostenible situación en Nueva York.

Los diversos grupos que convocan estas manifestaciones sólo quieren que el alcalde Giuliani se reúna con ellos o que al menos diga en público que episodios como el de Amadou Diallo no van a repetirse. Pero la muerte de Diallo ni siquiera tiene aún una explicación oficial. Giuliani ha estado esquivando sistemáticamente a los que le piden explicaciones, y no hace sino defender a la policía más allá de la racionalidad.

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