_
_
_
_
Entrevista:

"En España no hay mucha gente apta para dirigir mi teatro"

Margot Molina

Andrés Ruiz (Sevilla, 1928) ha escrito 30 obras de teatro, ha recibido premios en Moscú y en Ginebra, ha estrenado en el Teatro Nacional de La Habana; pero ninguna de sus piezas se ha montado en un teatro español. El dramaturgo, que vivió exiliado durante 20 años en Suiza, regresó a Madrid en 1977 y, desde entonces, está esperando que algún director se atreva con sus textos. Es, a su pesar, eso que llaman un autor maldito. El Ciclo de Lecturas Dramatizadas que organiza la Asociación de Autores de Teatro en la sala La Herrería de Sevilla ofreció ayer Rosas iluminadas, de Andrés Ruiz y dirigida por José Antonio Raynaud. Aunque no se trata de una representación en toda regla, sino de una lectura, es la primera vez que sus palabras suenan en un teatro español. Pregunta. ¿Por qué no se representa su teatro en España? Respuesta. Hay muchas cositas bajo cuerda. La verdad es que no hay mucha gente apta para dirigir mi teatro. La mayoría de los directores trabajan de una forma demasiado dictatorial para enfrentarse a mis obras. De todas formas me gustaría que el Centro Andaluz de Teatro se atreviera con alguna de mis obras, especialmente con Ocaña, el fuego infinito (texto que recibió el Premio Nacional Calderón de la Barca en 1987). P. ¿Qué cuenta usted en la obra que se presentó ayer en el Ciclo de Lecturas Dramatizadas? R. Rosas iluminadas es, y lo digo modestamente, la continuación de Las criadas de Jean Genet. Yo he retomado la obra donde la dejó él. Genet se quedó en el juego escénico, en mi obra hay una lucha feroz entre los dos personajes. Ésta obra es la primera de una trilogía que escribí a principios de los ochenta. Le siguen, Los árboles bajo la luna y Un ramo de sal y humo. P. ¿Cómo le sienta ser un dramaturgo novel a los 71 años? R. Se lleva muy mal, porque te das cuenta que has perdido mucho tiempo. Lo que me ha ocurrido es injusto y tiene bastante relación con el hecho de que he militado durante toda mi vida en el Partido Comunista, porque estoy seguro que mi teatro es muy interesante. P. Usted estuvo encarcelado por sus obras en 1963 y 1964, ¿cómo ocurrió? R. Entonces vivía en Suiza con mi novia y decidimos venir a España para casarnos. Cuando cruzamos la frontera yo llevaba en la maleta el manuscrito de La guerra sobre los hombros y lo quemaron los censores franquistas. Se pasaron 13 días interrogándome porque yo era responsable de cultura en el Partido Comunista de Ginebra. P. ¿Le esperó su novia? R. Si, nos casamos y ahora tenemos nietos. Además, reescribí la obra con otro título Memorias de aquella guerra, que recibió el premio literario del País Vasco en 1986.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_