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Centro

DE PASADAAlgunos de los jóvenes cargos públicos del Partido Popular no dejan de dar muestras de que su affair con el centro es algo serio, y no un romance de cuatro días. Prueba de ello fue la visita que el pasado viernes hizo el alcalde de Córdoba, Rafael Merino, acompañado de sus tenientes de alcalde de Hacienda y Juventud, Ricardo Rojas y Fátima de la Peña, nada menos que a la primera Convención Nacional de Tatuajes y Piercing. Tan curioso certamen tuvo lugar este fin de semana en la ciudad con todas las bendiciones del Gobierno municipal, que cedió, sin coste alguno, el uso del pabellón deportivo de la Fuensanta. Merino se desenvolvió con soltura entre los jóvenes que mostraban su pieles adornadas con demonios, dragones y hasta símbolos anticlericales. Por si los tatuajes no fueran suficiente, el cuerpo de los participantes en la feria parecía el muestrario de un vendedor de baratijas. Un aro en la nariz, un pendiente en plena lengua y hasta alguno hubo que no vio problema en mostrar un pezón agujereado. En medio de este furor exhibicionista, Fátima de la Peña sorprendió a los medios y a sus propios compañeros, al revelar secretos de alcoba: "Yo también tengo un tatuaje en un sitio muy privado que sólo ve mi marido". ¿Una pequeña rosa, quizá una mariposa? A saber. La responsable de Juventud no hizo concesiones acerca del misterioso dibujo. Ni el sitio del mismo, ni el motivo. Según dijo, por respeto a su esposo. Ante tanta sintonía, uno de los responsables del certamen, Pepe Peirón, invitó a de la Peña a formar parte del jurado que habría de elegir al día siguiente a mister y miss tattoo España´99. La oferta quedó en el aire y el concurso perdió a tan cualificada juez. Merino no quiso ser menos que la responsable de Juventud, y se declaró admirador del "arte del tatuaje". Cualquiera lo habría dicho. Preguntado acerca de cómo encajaría la llegada a casa de su hijo cubierto de arte, el alcalde hizo una oda a la tolerancia y aseguró que no habría problema. Pese a tanto entusiasmo, y por más que se le insistió en lo moderado del precio, Merino no accedió a hacerse un pequeño grabado. Un ejemplo: una pequeña gaviota, despegando del costado derecho en vuelo rasante hacia el centro no habría superado las 10.000 pesetas, incluidos el tono azul y las siglas populares. Se le explicó, pero no hubo manera. Falta de amor a los colores. ANTONIO FERNÁNDEZ

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