El cineasta jondo
E scondido entre las sombras de la última fila, un espectador observaba con atención el latido del público. Ajeno a la historia intimista que fluía de la pantalla y corroído por los nervios, entraba y salía de la sala. Cuando la gente comenzó a reirse, una oleada de pánico le estremeció y no logró sacudirse el miedo hasta que en la pantalla apareció una dedicatoria simple y bella: "A mi madre, a todas las madres". Ovaciones. Benito Zambrano se tocó una montera ficticia y saludó como un torero a la sala. El Festival de Berlín, rendido a sus pies, aclamó sin vacilaciones la mirada honesta de Solas. El triunfo en la 49ª edición del certamen cinematográfico ha cambiado la vida de Zambrano. También ha torcido el rumbo de su opera prima, que parecía condenada de antemano a la marginalidad comercial que impone el cine cuando ejerce como industria y no como arte. Pero hasta sufrir esas horas de nerviosismo en la penumbra en Berlín, el director y guionista de Solas debió poner a prueba todo su empeño para sacar adelante una historia que comenzó a tejer hace más de seis años, o incluso antes. El universo de Solas es también el de Lebrija (Sevilla), donde nació Benito Zambrano Tejero hace 33 años. La dignidad rural y la fuerza de mujeres semianalfabetas, que aprehendió primero en su casa y siguió observando en su entorno, han inspirado la historia, que protagonizan las actrices María Galiana y Ana Fernández. A ese mundo real, donde sienta sus raíces, quería rendirle un tributo honrado y lúcido, sin restarle un ápice de amargura, sin concesiones jocosas, sin desmoralizarse ante los sucesivos portazos de la industria cinematográfica, que demanda cuentos urbanos, pelín frívolos. Zambrano, obstinado y testarudo, cortó en seco cualquier tentativa de aligerar la carga dramática de su guión. Incluso, en la última toma (una escena de honda tristeza con una llorosa Ana Fernández), se desmarcó de las bromas generales, cuando la actriz, para aliviar su tensión, comenzó a reir y cantar, coreada por el resto del equipo. Solas es como un arranque de cante jondo, doloroso y sentido, pero su joven director es la antítesis de un hombre triste, desamparado o herido -como sus personajes- que disfruta bailando merengues y se confiesa bético como un acto de tribalismo. Su niñez en una humilde familia de jornaleros, junto a otros seis hermanos, ha dejado en el cineasta el poso de llaneza y sencillez que desprenden las gentes de campo. Zambrano, que carece de dobleces o aristas, exhibe un carácter sociable para granjearse simpatías y entenderse con sus actores. A pesar de que sus últimos pasos le han abierto miras y le han pulido, conserva casi intacto el aire de pueblo. A Benito Zambrano no le avergüenza en absoluto haber recogido algodón en sus descansos escolares para arrimar el hombro en la economía doméstica. Casi se diría que lo lleva a gala, como un homenaje permanente a sus orígenes, a su Lebrija natal, esa población enfervorecida con el director, que aturulla con constantes felicitaciones a todos los Zambrano, que se sienten de "paseíto por las nubes". El cineasta sevillano parece vampirizar sus experiencias, o dejarse vampirizar por ellas. Después de Lebrija, su otro condicionante existencial llega del Caribe. Sus estudios en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en La Habana, le han acercado a la sociedad cubana hasta el extremo de considerarla su segunda patria. Su nueva película, Habana Blues, se rodará allí, en la misma ciudad donde residió dos años, donde jamás se sintió un extranjero y, sobre todo, donde vio por vez primera una cámara de cine. Benito Zambrano no es un ci-néfilo, pero sí un ser inquieto que hasta encontrarse ha bandeado por el teatro aficionado, la fotografía de prensa y la televisión. Su familia aceptó sin entender muy bien su decisión de abandonar un contrato como cámara en Canal Sur para largarse a La Habana sin muchos posibles. Pero no combatieron su deseo: siempre ha gozado de independencia, siempre fue el fantasioso de la saga. Zambrano ha combinado con naturalidad la autonomía personal y la atención a su familia, en especial hacia su madre. El universo femenino siempre ha despertado su interés, tal vez resida el secreto de su conexión con ellas. Uno de sus primeros audiovisuales en Lebrija estaba protagonizado por alumnas mayores de educación de adultos. Algunas amigas reconocen su especial "sensibilidad" hacia las mujeres. Zambrano, después del revuelo, se debate ahora entre el deseo de permanecer en su tierra y la necesidad de irse. Y entre la alegría del triunfador y la angustia de haber perdido libertad creativa, de añorar aquel ser anónimo y nervioso que asistió al pase de Solas en una penumbra de Berlín. TEREIXA CONSTENLA
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