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Joan Romero apuesta fuerte

Buena parte de cuanto se publica en torno a la candidatura autonómica del PSPV por Valencia es intoxicación o invento. Eso afirman, al menos, los responsables del partido. Aseguran ellos que los tiros van por otra parte y que apenas se habla de nombres, o no son en todo caso los que se airean en los medios de comunicación. Añaden que, en lo concerniente a la lista autonómica de Valencia, se estrena una fórmula original en la que se primarán las áreas de trabajo, la capacidad personal y la proyección cívica o política de los candidatos, sean o no afiliados. Digno, pues, de ver será la reacción de los dirigentes veteranos, tan belicosos estos días para colocar a sus peones y protegidos.Será mañana, a la hora taurina de las cinco de la tarde, cuando Joan Romero, secretario general del PSPV y candidato a la Generalitat, dará a conocer la lista autonómica que propone por la provincia de Valencia. Para un observador mínimamente informado, se trata de un trámite formal que requiere a lo sumo cuatro líneas de comentario. En cambio, para el resultado electoral del 13 de junio, el futuro inmediato del PSPV, así como para el clima o tono parlamentario de la próxima legislatura, es decisiva la gestación y fruto de este alumbramiento. Como es sabido, el citado dirigente puede salir más o menos airoso del envite mediante la habitual fórmula de repartir los puestos entre las distintas familias o sensibilidades del partido. Nunca acertará a trocear el pastel a gusto de todos, pero es seguro que asuncionistas, lermistas y ciscaristas (¿todavía quedan por ahí acólitos de Vicent Garcés?) acabarán condescendiendo, pues ninguna de esas tribus -simples sindicatos de intereses- tiene trapío e ingenio para resolver la cuadratura del círculo que postulan. Hay demasiados aspirantes y ambiciones para los puestos de salida que se pronostican. Al final de la corrida, como digo, nadie quedará plenamente satisfecho, pero Romero habrá cumplido su papel de oficiante rutinario y mediatizado por los señalados lobbys. En realidad, éstos no esperan otra cosa que dejar constancia de su preeminencia así como de la condición de rehén que otorgan al cabeza de lista, débil y provisorio a su juicio tanto como al de los poderes mediáticos de la derecha. En ese punto, lobbys y derecha van de la mano. Frente a este panorama, el repetido dirigente y número uno del PSPV en tanto no se elija otro tiene a su alcance cambiar las reglas del juego para adaptar los recursos humanos disponibles al desafío electoral que se le presenta. Más llanamente dicho, puede -y a mi entender debe- confeccionar la lista ciñéndose a su muy particular recetario, más racional y eficaz que el antes anotado. Se trataría de establecer previamente los criterios que han de ahormar la candidatura y sólo después buscar las personas idóneas para desarrollarlos o defenderlos en las Cortes. O sea, que si la sanidad pública es una parcela capital del programa socialista hállese el o la titular pertinente por su preparación y prestigio en sus respectivos ámbitos profesionales o cívicos, con o sin carné de militante. Y más de lo mismo en punto a la enseñanza, la agricultura, la política municipal, los discapacitados -ojo a la innovación- o la economía. De lo expuesto se desprende que el debate, de suscitarse, giraría en torno a la dimensión y objetivos concedidos a esas parcelas, así como la cualificación de los individuos, antes que sobre el linaje faccional u hoja de servicios de los postulantes y las compensaciones supuestamente debidas a los aludidos gurús. Una novedad que, obviamente, requiere voluntad y peso político por parte de Joan Romero y su cohorte. Requiere asimismo que el sector mayoritario del partido menos comprometido con unos u otros capos sea coherente con el reto electoral que afronta, y que mal podrá superarse si prevalece el caduco método de configurar la lista intercambiando estampitas: dos ciscaristas por un lermista o asuncionista y etcétera. En realidad, lo que Romero propende, y alguna pista ha dejado caer, es el afamado huevo de Colón, de puro elemental, aunque no nos sorprendería que fuese protestado por los damnificados del invento, tan apegados al reparto del queso en porciones. Para ellos, al fin y al cabo, no se ha producido la renovación, o la creen apenas epidérmica, cuando la evidencia revela que este partido no es ya el que ellos dejaron hecho unos zorros, y del que, para su propio bochorno, huyeron despavoridos para recluirse en Madrid (Joan Lerma) o en el calculado ostracismo (Antoni Asunción). Que les den morcilla. Y se les dará si Romero planta el huevo y consigue que su receta prevalezca. La renovación, por fin, habrá superado la prueba del nueve. En caso contrario, de que no prevalezca, el líder habrá propiciado una ocasión brillantísima para regresar a las aulas. Esta guerra no sería ya su guerra. En realidad no le queda más opción que apostar fuerte. Ah, y NE anda bien servida con dos puestos de salida.

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