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La dimisión de los líderes del PRI desencadena la lucha por la candidatura presidencial mexicana

Juan Jesús Aznárez

La renuncia a sus cargos del presidente y del secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Mariano Palacios Alcocer y Carlos Rojas, respectivamente, atribuida por los dimisionarios a su compromiso con un proceso transparente en la designación del candidato del partido a la presidencia de México en las elecciones del 2000, desencadenó nuevas pugnas entre los aspirantes a la jefatura del Estado, confusión, intrigas palaciegas y reacomodos en el seno de las diferentes corrientes y ambiciones del partido que ha sido régimen y Gobierno durante los últimos 70 años.

La nueva dirección del PRI, encargada de redactar las normas de selección del candidato a la presidencia del Ejecutivo, será decidida por el Consejo Político del partido, en votación directa y secreta. El ministro de Trabajo, José Antonio González Fernández, anunció ayer su renuncia para postularse a la presidencia del PRI, lo que, según el politólogo Rubén Aguilar, confirma "la intención de Zedillo de colocar al frente del partido a un hombre de su círculo más cercano".Y mientras la vida política nacional permanecía atenta al curso de las dimisiones, la noche del martes era detenido en Hidalgo el teniente coronel Hildegardo Bacilio Gómez, que el 18 de diciembre encabezó una insólita protesta callejera contra los abusos del fuero castrense y a favor de la desobediencia civil. Gómez dirigía el denominado Comando Patriótico de Concientización del Pueblo (CPCP), se prodigaba en declaraciones periodísticas desde la clandestinidad, y se había definido como un militar nacionalista harto de la corrupción y los abusos de los políticos, y próximo al perfil del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, golpista hace siete años.

Aunque las renuncias de Palacios y Rojas se harán efectivas el 1 de abril, se suceden las apuestas sobre los sucesores, y son dispares las lecturas acerca de las verdaderas causas del abandono del presidente de un partido con visibles discrepancias entre sus cuadros, simplificando las diferencias, entre los tecnócratas y los tradicionalistas o dinosaurios, empeñados todos en hacerse con la nominación del partido para el 2000. La salida de Palacios Alcocer, que sólo ha permanecido 19 meses en el cargo, con una gestión discutida, fue comunicada a los atónitos asistentes a la 36ª reunión plenaria del Consejo Político del partido. "No te vayas, Mariano. ¡No se vaya!", le pedían a gritos sus fieles. En la explicación de razones dada a los 289 consejeros presentes, dijo aquél: "Debemos, en congruencia con los principios democráticos que hemos postulado, propiciar para que se abra un espacio para que el Consejo Político elija una nueva fórmula".

El presidente del Gobierno, Ernesto Zedillo, jefe natural del partido, como lo han sido todos los jefes del Ejecutivo anteriores, prometió el pasado día 4 de marzo, efemérides del partido, nuevas maneras y más democracia en la forma de hacer política interna, y el fin del dedazo presidencial, práctica habitual utilizada por el PRI para la designación del candidato. El presidente saliente designaba al entrante, que se convertía casi automáticamente en presidente de México por obra y gracia de las denunciadas barridas electorales por aclamación. La irrupción en la transición democrática de una oposición más fuerte y conocedora de los trucos, pues sus principales jefes proceden del PRI, así como la modificación de las leyes electorales, enmendó el excluyente escenario, y la lucha por la presidencia se presenta ahora más reñida, pese a que el PRI parte como favorito.

Elección democrática

La oposición descalificó el prometido aperturismo y habló entonces de un dedazo adaptado a los nuevos tiempos, al pluralismo. A la espera de más información sobre la trascendencia de la dimisión de Alcocer, la Corriente Renovadora del PRI reclamaba ayer una elección democrática de la dirección entrante, y consideró que sería torpe sustituir a un presidente por otro en un alarde de verticalidad y autoritarismo político. Agustín Basave, miembro de la corriente, piensa que todo lo que se diga ahora sobre la renuncia de Mariano Palacios, cuyo abandono determinó la caída de Carlos Rojas, son conjeturas. "Yo diría que si la renuncia fue voluntaria, es decir, fue producto de la inconformidad de Palacios y Rojas con alguna decisión del presidente Zedillo, me parece un acto de dignidad que le enaltece". Durante la gestión de Mariano Alcocer, el PRI perdió cuatro gobernaciones y el control de los congresos de Aguascalientes, Baja California Sur, Tlaxcala y Zacatecas, y obtuvo el 44,83% de los votos en las municipales frente al 49,36% de la oposición en su conjunto.

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