Samaranch gana por goleada
El COI expulsa a seis de sus miembros después de dar un aplastante voto de confianza al presidente
Juan Antonio Samaranch, el español que preside desde 1980 el Comité Olímpico Internacional, volvió a triunfar ayer. La 108ª Sesión del pleno del Comité Olímpico Internacional, convocada con carácter extraordinario para salir al paso de los casos de corrupción en la designación de sedes de los Juegos, le mostró su apoyo aplastante.A Samaranch no le bastó la confianza por aclamación pública que había obtenido inicialmente, y aprovechó para pedir enseguida un voto secreto. Logró 86 sufragios a favor, dos en contra y una abstención.
Con esta victoria, tal vez la mejor de su carrera, sorprendente por su amplitud en los momentos más difíciles, la operación limpieza posterior resultó mucho más fácil de lo esperado, y los seis miembros del COI que estaban en capilla fueron expulsados.
El terremoto que podría haberse producido nada más empezar quedó pronto en otra fiesta para Samaranch. Se cumplió el pronóstico de que los trapos sucios se lavan mejor en casa. El COI es ahora como esas familias en conflicto donde ninguna de las partes permite que critiquen a la otra desde fuera.
"Nosotros seremos más o menos malos, pero no nos tienen que decir lo que debemos hacer", había pronosticado Samaranch.
Y en un discurso vibrante, para abrir la Sesión, hizo una defensa sólida de los principios olímpicos y de lo mucho positivo que se ha hecho en el COI. Habló de algunos de los éxitos de su mandato: el problema chino resuelto, más mujeres en cargos directivos, el fin de los boicoteos a los Juegos, la regulación de los derechos de retransmisiones, la nueva financiación del olimpismo... Pero reconoció los errores cometidos, que habrán de pagar aquellos miembros indignos del honor de estar en el organismo olímpico. También habló de "transparencia" y de las comisiones que propone crear para acometer las reformas; pero a largo plazo, sin forzar. Se establecerá un grupo de entre 20 y 24 personas (el 50% formado por miembros del COI, y la otra mitad por "personalidades conocedoras del deporte". Hace dos semanas adelantó los nombres de Henry Kissinger, Gianni Agnelli y Jacques Delors.
Samaranch quiso comprobar también que es el único capaz de llevar el barco adelante para salir de la tempestad. Y esta vez, para que ni siquiera quedara la duda de una confianza por aclamación forzada, quiso el voto secreto. Lo anunció incluso antes de entrar a la Sesión. No le bastó la larga ovación que siguió a la petición de apoyo del brasileño Joao Havelange, ex presidente de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA). Y su triunfo en los votos fue tan arrollador como en el refrendo de los aplausos. Al final, fueron 90 los miembros presentes, y él no votó según una costumbre que ha mantenido hasta siempre. Con ello ha evitado que le acusen de algún favoritismo, y le basta su prestigio para tener la mayor influencia. Ayer dejó la dirección de la asamblea en manos del húngaro Pal Schmitt, el primer vicepresidente, y él dejó la sala. Volvió en triunfador.
"Cuando hay problemas, hay que afrontarlos y solucionarlos. Yo soy de los que luchan, pero necesitaba saber que estaba respaldado por la Sesión", dijo. "Como presidente, acepto la responsabilidad de la crisis y, con vuestro apoyo, la de salir de ella. Por eso os lo pido", agregó en su discurso. Y le apoyaron.
Ahora le queda la dura tarea de subsanar el error, que ha reconocido, de no haberse enfrentado antes a la corrupción siempre latente. Y conseguir que la historia no le recuerde más por este gran escándalo que por haber salvado al movimiento olímpico de la ruina.
Samaranch es el equivalente de esos malos jugadores que se reconvierten en árbitros o directivos porque saben que nunca subirán a los podios, pero sí podrán estar cerca y vivir el ambiente, lo que más les gusta. Samaranch lo dijo cuando llegó a la presidencia del COI: "Yo soy como el niño al que le preguntan: ¿Qué quieres ser de mayor? Habría contestado que esto". Y en su caso, sin pretensiones económicas; porque por su familia y su posición nunca necesitó vivir del deporte. Su liderazgo quedó de nuevo patente ayer. "Si [las expulsiones] no salen adelante será un fracaso", había comentado también Samaranch la noche anterior. Y en las primeras palabras de su discurso lo dejó bien claro: "Estoy firmemente convencido de que si no reaccionamos en esta Sesión Extraordinaria con celeridad, determinación y unanimidad, el perjuicio que sufrirá el movimiento olímpico por los últimos hechos ocurridos será muy, muy grave. Como primera medida, debemos poner en orden nuestra casa y erradicar todas las formas de comportamiento inadecuado o contrario a la ética entre nuestros miembros, y confirmar las exclusiones recomendadas por la comisión ejecutiva".
La guillotina cayó de forma inapelable sobre Agustín Arroyo (Ecuador), por 72 votos a 16, Abdel Gadir (Sudán), 86-4, Jean Claude Ganga (República de Congo), 88-2 (el más castigado, como se esperaba), Sergio Santander (Chile), 76-12 y Paul Wallwork (Samoa), 67-19 (el que menos, también como se pronosticaba).
Alguna ausencia o votos nulos cambiaron las sumas finales, pero no la decisión de expulsarlos. Bastaba con 61 papeletas para llegar a los dos tercios necesarios.
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