Sorpresa e indignación
El pasado día 26 de febrero este periódico, al que siempre he respetado puesto que ha abordado escrupulosamente los hechos de los que he sido protagonista, aludía a mi persona en una información sobre la reciente dimisión de mi sucesor en la dirección técnica de la OCNE. No pude ocultar mi sorpresa e indignación ante la gravísima afirmación que cerraba dicho artículo: "...después de las irregularidades que llevaron al cese de su antecesor". Según la RAE, se entiende por "irregularidad" la "inmoralidad en la gestión o administración pública, o en la privada". Considero que el término utilizado por EL PAÍS es calumnioso e injusto, dado que, bajo dicha palabra, pueden englobarse todo tipo de anomalías como tráfico de influencias, malversación de fondos públicos... siendo algunas de ellas objeto de acción penal. Efectuar una afirmación de este carácter sin aportar ninguna prueba que la justifique es una falta de respeto hacia mi persona, porque, implícitamente, se cuestiona mi integridad comoprofesional y la honestidad de mi gestión al frente de la OCNE, lesionando gravemente mi imagen pública, puesto que, actualmente, ejerzo un cargo público como es la dirección del Conservatorio Superior de Música de Valencia. Dar por ciertas esas "irregularidades" supone poner en entredicho una dignidad, honradez y respeto que, creo, siempre he demostrado hacia las personas que depositaron y depositan su confianza en mi persona y labor, así como a la institución a la que representaba.Desde mi papel como receptor y, ocasionalmente, como objeto de la información distingo las empresas periodísticas informativas de aquellas otras que, amparándose en el loable término "libertad de información", vierten interpretaciones subjetivas sin su correspondiente prueba, alterando de esta forma las funciones que, creo, deben guiar su tarea: formar e informar con objetividad y veracidad, así como adentrándose en el terreno de la inexactitud, la mentira o la manipulación interesada. Los medios que proceden de este modo traicionan, en mi opinión, la credibilidad que la sociedad les ha concedido desde su inicio, ya que sus productos informativos no son resultado de un tratamiento exacto, sincero y honesto de la realidad, sino la consecuencia de una interpretacion mendaz que no sirve al interés general y sí, probablemente, al de un reducido núcleo de personas.- Valencia.
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