El actor Federico Luppi presenta en el País Vasco su regreso al teatro después de cinco años de cine
Una historia de teatro dentro del teatro, que habla de los conflictos de los intérpretes y de la búsqueda de recompensas, volvió a llevar al actor argentino Federico Luppi a los escenarios, después de cinco años de dedicación exclusiva al cine. El mismo montaje de la obra El vestidor, del británico Ronald Harwood, que se estreno en Buenos Aires con Luppi de protagonista en 1997 inicia hoy una minigira por el País Vasco. "Los conflictos son los mismos en el cine y en el teatro", asegura Luppi. "Se trata de que el personaje se visualice como ser humano".
La presencia de Federico Luppi es imponente hasta en las ruedas de prensa. Ayer, ante los periodistas, tomó las riendas del acto y fue presentando al director del montaje, Miguel Cavia, y al resto de los actores de la compañía con su particular voz y su acento argentino suavizado. Juntos estrenaron El vestidor en 1997 en Argentina, permanecieron en cartel en Buenos Aires ocho meses e iniciaron una larga gira por Latinoamérica. Dos años más tarde, la obra cruzó el Atlántico y llegó a España el pasado mes de febrero. El vestidor se presenta esta noche y mañana en el Teatro Barakaldo; el jueves, en Vitoria y el viernes y sábado, en San Sebastián. Quizá sea por el éxito de las películas que ha interpretado en la etapa inmediatamente anterior al estreno de El vestidor -Un lugar en el mundo, Martín (Hache) o Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto-, pero Luppi no es capaz de eludir las preguntas sobre su dedicación al cine y al teatro. "El teatro es un trabajo de banda, por el tiempo que pasamos juntos, que es dificil conseguir en el cine", dijo Luppi ayer. Para él es un tópico que los actores se refieran al teatro como "su lugar de origen". "Los actores nos sentimos bien en el teatro, aunque a veces nos vaya mal", bromeó. Por lo demás, el actor no quiso hablar de diferencias entre trabajar ante las cámaras o sobre los escenarios teatrales. "El actor hace cine y teatro, y los problemas y conflictos a los que se enfrenta son los mismos", asegura. "Se trata de que el personaje se visualice como ser humano. Puede cambiar la metodología, según quien dirija, pero es lo mismo". Luppi es el protagonista de El vestidor, una obra ambientada en una compañía que sigue interpretando a Shakespeare en Londres durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. "En medio del dolor, la sangre y la muerte, deciden que la cultura siga adelante, aún en las situaciones más complejas", añade el actor. Bajo la relación entre el protagonista y el personaje de su vestidor que cuenta el argumento subyace, según explicó el actor Julio Chávez, el mundo de relaciones entre el amo y el esclavo. "Todos en la obra son esclavos de una ilusión que tienen. Como todo ser humano suponen que su vida tiene un ideal y que al realizarlo va a recibir una recompensa", añadió Chávez. "Los personajes descubren que su trabajo, su obra, no va a ser recompensada". Aunque a Federico Luppi no le agrada ese término, reconoció que la obra tiene un mensaje: "Cumplir con el destino que uno se ha fijado es la tarea". Junto a Luppi y Chávez actúan en El vestidor los actores argentinos Beatriz Spelzini, Elvira Onetto, Jorge Ochoa y Mariel Ortiz. La escenografía, iluminación y vestuario son los mismos que los utilizados en Buenos Aires. "Trabajan con lo indispensable", señaló el director al referirse a la propuesta de puesta en escena. "El centro está en la tarea del actor. La escenografía y la luz es sólo para acompañarles". La agenda de Federico Luppi contiene "muchísimos proyectos" para seguir trabajando en los distintos terrenos de su profesión de actor. "Espero que alguno se realice", ironizaba ayer el protagonista de El vestidor. Entre las propuestas que baraja está la de encarnar a Don Quijote en la segunda parte de la serie televisiva que prepara el director Manuel Gutiérrez Aragón. Si la idea acaba cuajando, Luppi tendrá que sumar al reto de interpretar a Don Quijote, el de sustituir al desaparecido Fernando Rey. "Es un proyecto bellísimo, pero aterrorizante", reconoció.
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