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El Celta mantiene la esperanza

Los gallegos caen por la mínima en Marsella tras un partido muy discreto

Xosé Hermida

El Celta salió de pie del Velódromo de Marsella tras haber vivido una situación muy complicada durante la primera parte, en la que los gallegos renunciaron a su estilo y estuvieron a merced de los fogonazos del Marsella, tan esporádicos como peligrosos. Los de Víctor Fernández quisieron a jugar a lo que no saben, con una actitud contemplativa a la espera de cazar algún contragolpe. El Celta recuperó su tono en el descanso y aunque no alcanzó nunca la plenitud de su juego y acabó derrotado, 'el gol de Mostovoi le permite mantener viva la esperanza para rematar la faena en Balaídos.

Por planteamiento táctico y por actitud sobre el terreno de juego, el Celta fue en Marsella un equipo muy distinto del que acostumbra, irreconocible incluso en algunos momentos. Si las lesiones de Makelele y Berges habían arrojado toda clase de incertidumbres sobre la posible alineación inicial del equipo gallego, Víctor Fernández logró sorprender a casi todo el mundo al situar a un central, Oskar Vales, como segundo pivote junto a Mazinho con el evidente propósito de fortificar el medio campo y, de paso, cerrar las penetraciones de Pires por la derecha. Frente su estilo habitual, el Celta optaba claramente por esperar a su adversario junto al círculo central e intentar salir al contragolpe.

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A pesar de algunos sobresaltos ocasionales, el Celta vivió la primera' media hora con cierta tranquilidad y sin que aparentemente se resquebrajase su solidez defensiva. Pero los gallegos pagaron su precio por vivir tan pendientes de anular al contrario. Apenas tuvieron la pelota, estuvieron lentos en el despliegue atacante, Mazinho y Mostovoi anduvieron perdidos y el centro del campo acompañó muy poco los tímidos intentos de incursión en el terreno del Marsella. En toda la primera parte, el Celta sólo tiró tres veces a portería y ninguna entre los tres palos. Hacía mucho que no se veía semejante pobreza ofensiva en un equipo habitualmente tan dado a la alegría.

El Marsella es un conjunto lleno de buenos futbolistas, aunque un tanto extraño en su disposición táctica. Aparentemente, juega casi sin centro del campo: tiene cuatro defensas, dos medios centros de contención y cuatro futbolistas ofensivos. Pero, contra lo que pudiera parecer, no vive ni mucho menos del pelotazo, sino que trata de tejer un fútbol elaborado y veloz. La actitud del Celta deparó un partido bastante trabado, con escasa presencia en las áreas. El Marsella llegó poco, aunque todas sus aproximaciones a Dutruel llevaron veneno. Blanc avisó dos veces tras jugadas a balón parado, y el panorama empezó a oscurecerse para los gallegos cuando, en el minuto 23,

Maurice remató al palo un centro de Dugarry. El propio Maurice no falló a la siguiente oportunidad. Se aprovechó de un tremendo error de Djorovic y resolvió como los buenos delanteros: desde el borde del área, sin vacilar un instante, colocó la pelota junto al palo, lejos de cualquier posibilidad de reacción del portero. El gol dejó al Celta noquea do, que sólo un minuto después se salvó del desastre cuando Ravanelli elevó demasiado la pelota ante la salida de Dutruel.

Sin variar su disposición táctica, el Celta mudó de actitud tras el descanso. Desde el inicio, se le vio menos especulativo, con una intención más clara de llevar el partido al terreno del adversario. En sólo ocho minutos, los vigueses amenazaron más la puerta francesa que en toda la primera parte, sobre todo cuando Oskar Vales remató al poste y Mostovoi, en la boca de gol, no llegó a tiempo de recoger el rechace. Cuando el Marsella parecía recobrar el mando del partido, los franceses devolvieron el regalo de Djorovic, y Mostovoi se aprovechó de un fallo de Porato para alcanzar el empate.

Pero la reacción del Marsella fue fulminante. En una jugada en la Oskar Vales se precipitó al intentar detener una penetración de Pires, la pelota quedó en el corazón del área para que Maurice volviese a confirmar su prestancia goleadora. A partir de ese momento, el Celta tuvo la virtud de no achicarse. Estimulado por su incansable afición, el Marsella empujó con lo que pudo, aunque sin auténtico fundamento para cambiar el signo del marcador.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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