Tres vidas y una sola muerte
22.00 / DramaFr.-Por., 1995. Dir.: Raoul Ruiz. Int.: Marcello Mastroianni, Marisa Paredes. Pese al elaborado desconocimiento que por estos pagos asiste a la obra de Raoul (antes Raúl) Ruiz, pocas trayectorias desde su primer largometraje, Tres tristes tigres (1968), comparten con la verdad la virtud de la audacia. La obra del cineasta chileno afincado en Francia está asistida por el absurdo, el humor lúcido y desmayado y el gusto por el género fantástico. Todo ello sometido a una hilarante voluntad rupturista alejada de los esdrújulos tópicos y retóricas. Ahora, en la que es la penúltima película de Mastroianni, el director de Genealogías de un crimen juega a hilvanar cuatro historias extrañas, sorprendentes, quizá terroríficas, con un hilo común: la mirada incandescente de un actor que se despide (se muere, vamos). Por supuesto, valen las metáforas (la identidad que se pierde y otras zarandajas de hondo sabor estructuralista), pero, por encima de todo, queda un magistral y divertido delirio entregado al placer de contar.
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