_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Saharauis

E. CERDÁN TATO Esta batalla del censo de votantes abastece una espera cruel. Goliat ya ha descubierto toda su falacia y la fragilidad de sus argumentos. Con el napalm, era un gigante de sesos escalfados y entrañas de espino que abrasaba con ensañamiento una retaguardia de jaimas, para el té dulce del regreso; en el ralentizado plan de paz, no es más que un jugador de ventaja, que marca los naipes y recurre a la artimaña, en un intento de prolongar el espejismo y la mentira como excusa. Pero Goliat se cuece lenta e inexorablemente en su propia podredumbre. Mientras, David resiste la aspereza de unas condiciones intolerables, organiza su futuro y observa las reglas de la partida. Enterró la honda y puso la razón sobre el tapete. Ayer, se conmemoró el veintitrés aniversario de la proclamación de la República Arabe Saharaui Democrática, pero el pueblo continúa soportando todas las penalidades y carencias, en el inclemente territorio de la hamada argelina. Los acuerdos de Houston, que se alcanzaron en septiembre de 1997, por mediación de James Baker, se incumplieron, de nuevo: las sucias artes del gobierno marroquí los dinamitó, y el anunciado referéndum de autodeterminación, previsto para el 7 de diciembre último, volvió a aplazarse. Según los dirigentes del Frente Polisario, las manipulaciones de la diplomacia marroquí han fracasado en su pretensión de incluir en el censo de la discordia a unos 65.000 súbditos del monarca alauita. El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, está exhibiendo una muy considerable dosis de paciencia, en el viejo conflicto del Sáhara Occidental; pero otros asuntos supuestamente más urgentes reclaman su atención y la del gendarme universal que, en definitiva, es el que mueve los hilos de este teatro de títeres. Por detrás, hay muchos intereses e hipocresía: comercio de armas, fosfatos, un subsuelo de sorpresas y un abundante banco de pesca. Hay connivencias y complicidades execrables: se está perpetrando un silencioso genocidio, sin parpadear. Y nuestro actual gobierno (y los que le precedieron) no es, en absoluto, ajeno, sino que tiene responsabilidades históricas de las que abdica, una vez y otra. Pero hay también un pueblo que les gana en valor, en dignidad y en respeto a los pactos internacionales. Los sarahuis no renuncian a su independencia.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_