El dormilón cuidadoso

En comparación con lo que suele medir, que oscila entre los 10 y 15 centímetros, su nido parece gigantesco en uno de los pinos laricios de la sierra de Cazorla. Piñas roídas, restos vegetales, alguna que otra cosa y una corte aprovechada de insectos y arácnidos que saca partido al trabajo del lirón careto, un roedor de campo que precisa espacio y tranquilidad. Una mancha, mitad negruzca, mitad blanquecina, en la cabeza lo hace fácilmente identificable, si uno tiene la oportunidad de verlo. En los sitios más soleados irá despertando poco a poco de un letargo que le ha tenido ocupado y oculto desde el mes de octubre. Sale al atardecer y se asoma a la vida que el comienzo de la penumbra abre para todos los habitantes del bosque. Si en el monte hay nidales para aves insectívoras, que no están bien colocados, los ocupa para sentirse todavía más comodo y seguro. Cuando el viento o el tiempo desmorona el nido y se caen lentamente todas las piezas que lo configuran sobre el suelo, sorprende la enorme acumulación de materiales, su cuidadosa colocación y el tamaño, que más bien parece ser el de una ardilla que el de un pequeño y escurridizo ratón de campo.