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Vaticinios

A.R. ALMODÓVAR En uno de mis cuentos de verano (9-7-98), vaticiné que Javier Arenas, el fiel escudero, ya no sería candidato a la Presidencia de la Junta. Despachaba el joven gerifalte con el gerifalte mayor, el príncipe Aznarín, cuando éste le daba a entender, entre fábula y signo, que prefería para tan arriesgado ejercicio a alguna dama, más concretamente a una de sus tres princesas alcaldesas, sin revelar cuál. Descartada parece ya la Celinda de Málaga, por sus atrevidas incursiones en la metafísica de las provincias. (Alegrarse de que Sevilla salga siempre perdedora no acredita diplomatura alguna en diplomacia). En cuanto a Solinda de Sevilla, cierto que le acompañan algunos vientos de popularidad, tan volubles, y últimamente los errores de su impaciente socio de gobierno, el señor Rojas Marcos, que quiso emular al Caballero Inexistente, de Ítalo Calvino, en memorable y triste ocasión, y que anda firmando inconvenientes convenios urbanísticos a tajo y destajo. (Esto de vivir de los tropiezos del contrario es muy frecuente en el oscuro arte de gobernar; que se lo pregunten a Chaves, que todos los días le enciende dos velas a una esfinge de la Santa Pinza). Por otra parte, es notorio que la noble Solinda no es bien amada en su partido y que allí manda poco -lo cual ciertamente es de mucho peligro-. Pero sobre todo ha cometido un grave error de estrategia: conferir a su enemigo íntimo, el mencionado Rojas, media propiedad indivisa de la ciudadela, y la más sustantiva: el urbanismo. Basta asomarse al misterioso contubernio que se trae el nacionalista con las dos Cajas de Ahorro de Sevilla-Jerez-Huelva para urbanizar el campo inundable de Tablada, por las buenas y con el dinero de los pequeños ahorradores. Muy justa, por cierto, la protesta de Monteseirín, que no quiere que le hipotequen más el futuro. (Pero de este asunto ya hablaremos otro día). Todo eso, a la larga -y a la corta- se paga. Queda, al fin desvelada, la sin par Teofinda de Cádiz. Su única y verdadera ventaja sobre las otras dos es tener mayoría en su predio, además del favor de las alturas aznarianas. Bien claro ha dejado la santanderina que ella no es la candidata del desplazado Arenín. Lo cual que no sé cómo se come, y ustedes perdonen la vulgaridad. Pero anoten: el fiel escudero ya lleva perdidas las siguientes batallas: toda una cartera de ministro, que es con lo que se ejerce el verdadero poder, y más entre gentes de derecha; su opción Amalia Gómez para la Presidencia de la Junta y su opción Atencia para la Presidencia del PP andaluz. A éste lo ha tenido que refugiar en el Senado (que al paso que va acabará convirtiéndose en la Unidad de Quemados de los Partidos, Presidenta incluida). ¿Entienden ahora un poco mejor lo de "mi retirada de la política está cerca", con que sorprendió a propios y extraños en plena tormenta de la sucesión andaluza? Pero vayamos con la cántabra. Famosa es por su labia, más proclive al desatino que a la concordia, y capaz de reñirle a una periodista, a los sindicatos, a los vecinos y al sursum corda que se le ponga por delante. Y bastante menos famosa por sus autoproclamados logros para la ciudad máh pará d´Uropa, como bien se han encargado de recordarle los chirigoteros este año. No es de extrañar que en el PSOE estén tan contentos con su nominación. A Fernando VII le ponían las carambolas más difíciles.

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