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La ironía y el humor ácido de Fernando Fernán-Goméz llegan a "Versión española"

"Efectivamente, yo nací, como todo el mundo, en Lima", afirma, siempre irónico, ese pelirrojo alto, un tanto desgarbado y de voz de otro mundo en sus (imprescindibles) memorias, El tiempo amarillo, hace poco revisadas y reimpresas -una afortunada decisión editorial-. Fernando Fernán-Gómez, actor y metteur en scène teatral, escritor, decisivo director de cine, y seguramente bastantes cosas más, nació efectivamente en Lima, pero nada le impidió convertirse no sólo en uno de los más completos actores con que ha contado el cine español, sino también en un profesional que ha ocupado hace décadas su lugar en la cumbre, y sencillamente se olvidó de bajar de allí.Tiene proverbiales malos modos, pero a quién le interesa, hoy en día, saber si Richard Wagner era un aprovechado, Balzac un sablista o Malcolm Lowry un alcohólico: lo que importa, en todo caso, son las razones, artísticas, por supuesto, por las que se han convertido en figuras imprescindibles en sus respectivos terrenos de trabajo.

El Fernán-Gómez que esta noche entrevistará Cayetana Guillén Cuervo en Versión española (La 2, 22.30) es un profesional en la plenitud de su carrera: su reciente goya por su modélico trabajo -a pesar del sonido pos-sincronizado: una antigualla que tanto afecta al filme- en El abuelo sirve sólo para avalar públicamente, una vez más, sus viejos méritos ya profusa -y merecidamente- recompensados desde hace años.

El programa elegido es casi un resumen de la carrera del Fernán-Gómez director. Porque si, por un lado, Pesadilla para un rico, basada en un guión inacabado del fallecido Luis Alcoriza, no ha contado con los favores de crítica y público, y se parece, por tanto, a algunas de las películas fallidas del realizador, El viaje a ninguna parte se inscribe dentro del puñado de obras maestras absolutas que lo han convertido en un nombre clave en el cine español de los últimos 40 años.

Sentido, irónico, decididamente encantador homenaje a los viejos actores ambulantes, a un mundo en el que el hambre se daba la mano con el frío, la improvisación con el infortunio, el modesto éxito con el inapelable fracaso, El viaje... parte de una novela propia a la que Fernán-Gómez dio forma de guión y en el cual se guardó para sí un papel entrañable: su frase, despectiva, desarmada, impotente, de viejo actor desengañado -"¡los del cine no saben nada!"- quedará para siempre como uno de esos momentos mágicos, y terribles, en que se ha dado en nuestro cine una mayor comunión entre pasado y presente, tradición y ruptura, humanidad y desamparo.

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