Cosas de la edad
Ocultar, disimular la edad ha sido empeño muy extendido, antes entre el género femenino; después, unisexo. No sólo pretendemos parecer más jóvenes, o menos viejos, sino que los demás nos crean bajo palabra. Bueno; eso parece ser ya asunto de tiempo remoto, muro derribado, entre otros embates, por el que da cada día este mismo periódico en la página que suele dedicar al crucigrama de Peko, la meteorología y los resultados de las diferentes quinielas habituales. Ahí quedan clavados los años que cumplen personas más o menos famosas, sin distinción de género, creencia o color de la piel. Tempus fugit que se las pela y carece de importancia la fecha de nacimiento, con lo que se han desvanecido muchos temas de conversación. Antaño discutíamos con vehemencia el cumpleaños de las artistas, que solían ser las raras mujeres acerca de las que todo el mundo podía opinar: "Cuando muchacho, ya era famosa Celia Gámez", por ejemplo, lo hemos dicho quienes nos alejamos de los setenta.¿Y qué? En esos casos se suele obviar que llegan a la fama -como los toreros y los tenistas- a edades tempranísimas, muchas veces maquilladas por los padres, tutores o apoderados, para esquivar listones completamente aleatorios. ¿Cuánto tiempo hace que hablamos de Arantxa Sánchez Vicario como una joven promesa? Hoy, cuajada realidad, es una persona crecida a la sombra permanente de su señora madre, una eficaz carabina y administradora. Triunfa, de manera aplastante, un diestro madrileño que alcanzará la mayoría de edad el siglo que viene. ¿Es bueno alcanzar la gloria prematura? Claro que sí. Se trata de algo que visita a poquísimas personas y suele darse a título póstumo.
Las mujeres, paradigma de tal coquetería, aceptan la dura realidad del calendario con la mayor desenvoltura. Incluso las hay que se añaden años antes de ser descubiertas por sus descendientes. Así que ha pasado a la historia la maldad de Oscar Wilde al mantener que una mujer capaz de decir su edad es capaz de decir cualquier cosa. Ahora bien, meditando sobre este asunto, he dado con un curioso matiz, quizás reliquia de un tiempo ido. Se ha convertido en norma, en hábito, en necedad, el trabajo de la mujer, arrinconando la vieja estampa del matrimonio como meta y destino. Las parejas se formalizan -con matrimonio o no- cada vez más tarde, por las circunstancias que atañen a todos los miembros de la sociedad. El piso, el automóvil y, no siempre en primer término o segundo, los hijos, aplazan cualquier proyecto de vida en común, subordinado, en la mayoría de las ocasiones, a que los componentes hayan encontrado, ambos, tarea satisfactoria. Cumplir años dejó de ser cuestión lacerante, ni siquiera asunto de buena educación.
Cada vez se abandona con mayor demora el domicilio paterno y las uniones llevan camino de convertirse -a efectos estadísticos- en aquellos larguísimos noviazgos, justificación de perezas, generalmente masculinas. Escuché como cierto el argumento dado por un recalcitrante y más que maduro mozo, en cierta ciudad del sur, harto formalizadas las relaciones con la mocita que cumplía todos los requisitos familiares, de clase y calidad. "Entraba en casa", salvoconducto previo al paso por la vicaría y, por regla general, se quedaba a cenar, tras una partida de tresillo con los presuntos suegros. Pasaban los quinquenios sin fijar la fecha del enlace y un allegado le preguntó si no le urgía tener casa y familia propias. "Ya lo he pensado", dijo. "Pero, si me caso, ¿qué hago por las noches?".
El otro día me propuse visitar, para felicitarla tardíamente el año, a una querida amiga, en la tienda donde ganaba, como vendedora, el salario que le permitía redondear su presupuesto mensual. Separada del marido hace años, tiene dos o tres hijos casados, varios nietos y una buena nómina de amigos por su carácter leal, simpático y afable. "Ya no trabaja", me informaron. "Se ha casado". Tras la infundada sorpresa deseé, in mente, que le fuera muy bien, considerando afortunado al hombre que iba a compartir su existencia de sexagenaria lozana, vistosa y atractiva. "Un matrimonio a la antigua usanza", pensé. Pasadas son de moda las Julietas, Melibeas y Lolitas si están en el paro.
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