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Un paseo por el horror y la muerte

Una semana después de la muerte de la ilicitana María Ángeles Pomares, el presunto asesino volvió al lugar del crimen. Esta vez, José Antonio D. C., de 30 años, no hizo el recorrido desde Elche al parque natural del Fondo con una joven asustada, sino esposado y escoltado por medio centenar de guardias civiles y policías. El hombre no se alteró en ningún momento. Su actitud fue de total colaboración, lo que permitió al juez instructor reconstruir las últimas horas de vida de la víctima. José Antonio se reconoció ante el magistrado culpable de la violación y del asesinato de la joven. A las siete de la mañana, el Palacio de Justicia de Elche era un hervidero. Una comisión judicial, dirigida por el titular del Juzgado de Instrucción número 2, José Teófilo Jiménez, aleccionaba a medio centenar de agentes de las fuerzas de seguridad. Media hora más tarde, una caravana de unos 20 vehículos, con los medios de comunicación incluidos, comenzó su periplo por todo el Baix Vinalopó para reconstruir los hechos. A las 7.35 horas, el séquito se detuvo en la intersección de las calles de Pedro Juan Perpiñán y Torres Quevedo, el lugar donde María Ángeles inició con su agresor un macabro viaje que la llevaría a la muerte. La joven tuvo mala suerte. Estaba a unos 200 metros de su vivienda cuando fue abordada por José Antonio. La chica viajaba en su vehículo a muy poca velocidad, estaba buscando aparcamiento. El hombre, que había consumido gran cantidad de sustancias estupefacientes, se coló en el coche por la puerta del acompañante. Con una barra de hierro intimidó a la joven y la obligó a dirigir el vehículo en dirección a Crevillent. Antes de llegar a esta localidad, el coche se desvió a la altura de la central eléctrica y se adentró en un camino lleno de chalés. Tras dar un rodeo, el agresor condujo a María Ángeles por un camino particular hasta el interior de una finca de caza del parque natural del Fondo. La tortura a la joven se prolongará casi una hora. Ayer explicó a los investigadores el sitio exacto donde aparcó el coche. Amparado por la soledad del paraje, José Antonio violó a María Ángeles y la estranguló con su propio jersey hasta matarla. El hombre arrastró a la chica hasta una acequia y la tiró al agua. El propietario de la finca encontró el cadáver sobre las 19.00 horas de la madrugada del pasado domingo. Los agentes encontraron ayer en la zona la barra de hierro que el agresor utilizó para intimidar a la chica. Sobre las 9.00 horas, José Antonio abandona con el coche de la víctima el lugar del crimen. En un primer momento se dirige hasta Santa Pola por la Vereda dels Sendres. A la altura de la venta La Úrsula se deshace de la cartera de María Ángeles y unos pocos kilómetros más allá cambia de dirección y se dirige hacia Elche. No llega a la ciudad. En la partida rural de La Hoya se detiene en el bar Recreativo y, con mucha sangre fría, se toma una cerveza. Tras la parada, vuelve a cambiar de dirección. Coge otra vez la Vereda dels Sendres y se introduce en el parque natural de Las Salinas de Santa Pola, frente a un vertedero. José Antonio indicó ayer a los agentes la zona aproximada donde se desembarazó de la ropa interior, el bolso, y los zapatos de la chica. La Guardia Civil comenzó inmediatamente el rastreo, pero las prendas aún no se han localizado. La parada en Las Salinas es corta. El agresor se dirige hasta el núcleo urbano. Probablemente está confuso y busca un lugar donde abandonar el coche. Cambia constantemente el recorrido, y finalmente se dirige hasta la playa situada bajo el faro de Santa Pola. Desde el Fondo hasta este punto apenas hay unos 30 kilómetros, pero el hombre recorre cerca del doble después de pasearse por la mitad de la comarca del Baix Vinalopó. En una pinada de la playa aparca el coche e incendia el asiento del acompañante del conductor para borrar las huellas del crimen. Entre unos matorrales tira las llaves del coche de María Ángeles. La Guardia Civil las buscó ayer sin éxito. Un paseante vio a las 10.55 horas cómo salía humo del coche y avisó a la policía. El hombre, como todos los domingos por la mañana, estaba ayer en la playa. No formaba parte de la reconstrucción de los hechos, pero su presencia dio mayor autenticidad a la prueba. Él no vio a nadie en las inmediaciones del vehículo, únicamente observó la salida rápida de un vehículo blanco. No obstante, José Antonio confesó a la policía que recorrió andando los aproximadamente siete kilómetros que le separaban de Santa Pola. Una vez en la localidad, paró un taxi y volvió a Elche.

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Sangre fría o desesperación

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