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Los shiíes se lanzan a las calles en Irak tras el asesinato de su líder religioso

Varios muertos en unos choques con la policía que amenazan al régimen de Sadam

El asesinato del máximo líder religioso de la comunidad shií en Irak, el ayatolá Mohamed Sadek al Sadr, amenaza con hacer tambalear al régimen de Sadam Husein. La noticia de su muerte ha provocado una oleada de protestas en numerosas ciudades, pero especialmente en el populoso barrio de Sadam City, al este de Bagdad, donde, al parecer, los disturbios se han saldado ya con varios muertos y heridos. Mohamed Sadek al Sadr fue asesinado el pasado viernes por la noche en la ciudad de Nayaf, situada a unos 170 kilómetros al sur de Bagdad.

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El atentado provocó asimismo la muerte de dos de sus hijos, según anunció ayer la agencia estatal de prensa INA en un lacónico comunicado en el que se afirmaba también que algunos de los responsables del crimen habían sido ya detenidos.La noticia de la muerte del líder shií generó de inmediato una oleada de protestas populares entre los seguidores del ayatolá, que se lanzaron a la calle para demostrar su indignación. Las movilizaciones fueron especialmente virulentas en el suburbio de Sadam City (un barrio marginal), a pocos kilómetros del centro de Bagdad, donde se amontonan más de dos millones de habitantes, en su mayoría musulmanes de la comunidad shií, que llegaron a la capital procedentes del sur después de la guerra del Golfo.

El barrio fue inmediatamente vetado a los periodistas, que se limitaron a presenciar cómo acudían al mismo numerosas ambulancias.

Los disturbios en este barrio, negados por el Gobierno iraquí, fueron reprimidos duramente ayer por las fuerzas de seguridad, ocasionando varios muertos y heridos, según anunciaban periodistas occidentales desde Bagdad. Los incidentes se han extendido asimismo a la ciudad de Nayaf, escenario del crimen, donde estudiantes y clérigos se han enfrentado en las últimas horas en las calles a soldados del ejército de Sadam Husein.

El 65% de la población

Al Sadr era desde 1992 el jefe de la comunidad religiosa más importante de Irak, la shií, que aglutina a más del 65% de la población y que se encuentra históricamente enfrentada a la comunidad suní, a la que pertenecen el presidente Sadam Husein y otros altos dignatarios del régimen.

La comunidad shií, fuertemente implantada en el sur del país, se sublevó en 1991 y 1992 contra el régimen de Bagdad en una revuelta que fue atajada con especial dureza por las fuerzas de élite del Ejército iraquí, la Guardia Republicana, que no dudó en utilizar carros de combate contra los amotinados.

El Gobierno de Sadam Husein, que ha tenido especial cuidado en estos últimos años en limar asperezas y hacer desaparecer las rivalidades con la comunidad shií, ha venido permitiendo la reapertura estratégica de muchas de sus mezquitas al tiempo que otorgaba a Al Sadr un espacio semanal por la televisión a través del cual podía retransmitir a todos sus fieles sus plegarias y discursos de los viernes. No obstante, sus relaciones con el Gobierno comenzaron a deteriorase cuando efectuó, hace seis meses, un llamamiento a los shiíes para que asistieran a la plegaria semanal en las mezquitas, a pesar de que las autoridades gubernamentales desaprueban las reuniones de cierta importancia entre la población. Al Sadr formaba parte de la familia del ayatolá Mohammad Baqer al Sadr, jefe espiritual shií asesinado, como su hermana, por las autoridades iraquíes en 1979.

El asesinato de Al Sadr no es un hecho aislado. En Irak se han venido registrando últimamente numerosos atentados contra líderes religiosos shiíes, el último de los cuales tuvo lugar el pasado 8 de enero, en la misma ciudad de Nayaf, escenario del asesinato del ayatolá Sadr. En aquella ocasión la víctima fue el ayatolá Bachir Hussein al Bakistani, que salvó milagrosamente la vida después de que unos desconocidos lanzaran una granada contra su despacho matando a tres personas.

El difícil equilibrio entre las comunidades shiíes y suníes en Irak ha venido siendo utilizado por Estados Unidos para tratar de desestabilizar el régimen de Sadam Husein. El pasado mes de diciembre, con ocasión de la operación militar Zorro del Desierto, los aviones norteamericanos lanzaron gran número de octavillas en el sur del país llamando a la comunidad shií a que se enfrentara al Gobierno de Bagdad e instaurara un Gobierno autónomo al que aseguraba su protección y ayuda. Los disturbios populares de la comunidad shií en el interior de Irak podría constituir el primer paso de esta operación de recambio que desde el exterior está impulsando Estados Unidos y cuyo último objetivo es el derrocamiento del presidente Sadam Husein, colocando en su lugar un Gobierno "más democrático".

La operación cuenta con la aprobación de algunos de los paises árabes del Golfo, especialmente Arabia Saudí y Kuwait, que hace poco más de una semana reclaman a gritos el fin del régimen de Bagdad como única fórmula para pacificar la región y poner fin a sus amenazas.

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