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Los niños y la guerra

El País

ROBERTO RUIZ DE HUYDOBRO George Santayana escribió que "los que no se acuerdan del pasado están condenados a repetirlo". La memoria del ser humano, con el paso del tiempo, se hace olvidadiza, pero los libros de historia no. Los libros de historia ayudan a que el pasado no se olvide y son una especie de freno para que hechos pretéritos de repitan. Los libros de historia tienen vocación de memoria que nunca degenera, de voz que previene para que en el futuro no se cometan los errores del pasado. Por eso, los textos que registran la historia tienen valor doble: recopilan hechos y tienen una propósito preventivo. Se ha publicado recientemente un libro contra el olvido. Su título es Los niños vascos evacuados a Francia y Bélgica. Historia y memoria de un éxodo infantil, 1.936-1.940, y su autor es el historiados Jesús Javier Alonso Carballés. En cerca de 800 páginas, la obra ofrece una visión integral del éxodo de niños vascos a causa de la guerra civil española: el conflicto bélico y las causas del éxodo, el papel del Gobierno vasco presidido por José Antonio Aguirre en la organización de la evacuación, la solidaridad internacional, la integración de los niños exiliados en su nueva vida e innumerables datos. Pero esta obra va más allá, y recoge testimonios de algunos protagonistas del exilio, personas adultas hoy que recuerdan una etapa de su vida con sentimientos en los que se mezclan muchos miedos y algunas alegrías. Entre mayo y junio de 1937, 30.000 niños vascos abandonaron su tierra natal. Cientos de familias vascas prefirieron separarse de sus hijos antes que verlos sufrir las calamidades de la contienda. La mayor parte de aquellos niños, 22.000, se exiliaron en Francia. El resto fueron acogidos en Gran Bretaña, Bélgica, la entonces Unión Soviética, Suiza y Dinamarca. Aquellos niños se libraron del sufrimiento directo de las bombas pero no de uno indirecto: el que provoca el exilio, que también hace sufrir. Los niños, tan permeables, tan inocentes, son las víctimas principales de todas las guerras. Su incomprensión ante las bombas que les caen cerca y ante las matanzas que contemplan sus ojos agranda la indefensión de su edad. Ellos son los verdaderamente derrotados de las contiendas bélicas. Actualmente hay 30 conflictos armados en el mundo. En ellos, casi todos los ejércitos y guerrillas implicados reclutan niños a la fuerza para enviarlos al frente, en muchos casos drogados. En los últimos diez años, dos millones de niños han muerto como consecuencia del alguna guerra, doce millones han quedado discapacitados físicamente o afectados por algún trauma psicológico, doce millones se han quedado sin hogar y un millón se han quedado huérfanos. La organización pro derechos humanos Amnistía Internacional recuerda y denuncia estos datos cada cierto tiempo. Su intención tiene una vocación similar a la de los libros de historia: se dan datos y se intenta evitar que algo se repita. Lo lamentable es que, como ocurre también con los textos de historia, no siempre se consigue lo perseguido. Lo lamentable es que aunque Amnistía Internacional nos recuerde hoy lo que les está ocurriendo a millones de niños en las guerras del mundo, pasado mañana lo habremos olvidado. Lo lamentable es que aún no hayamos descubierto la vacuna contra las guerras. Lo lamentable es ese achaque incurable del ser humano que le hace volver a tropezar repetidamente en los mismos errores.

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