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Entrevista:Joan del Alcàzar Historiador El profesor de la Universidad de Valencia, Joan del Alcàzar, ha sido llamado a declarar por el juez Baltasar Garzón en calidad de perito en el caso contra Pinochet. El informe remitido por la Audiencia Nacional a Londres puede ser decisivo en el fallo que decidirá si el general goza de inmunidad o puede ser extraditado.

"Nada va a ser igual en Chile después del proceso"

Joan de l Alcàzar (Valencia, 1954) se topó de bruces con la Historia en una biblioteca de Washington cuando navegaba en Interntet y vió que el general Pinochet acaba de ser detenido en Londres. Dos días después, en Nueva York se reunió con un colega chileno y ambos deciden "trabajar a fondo sobre los efectos que la detención puede tener sobre la transición chilena". Meses después, en enero, llegó el verdadero encontronazo de este profesor especializado en la historia contemporánea de América Latina con la historia con mayúsculas. Tras leer en la prensa que los lores británicos no se ponían de acuerdo sobre la fecha en que Pinochet fue formalmente designado presidente de la República, Alcàzar escribió una carta al director de EL PAÍS para tratar de clarificar uno de los puntos que pueden ser decisivos en el proceso contra el general. El abogado Joan Garcés, que lleva la acusación en nombre de la Asociación Española de Víctimas, lo llamó. El siguiente paso fue su declaración como perito ante el juez Garzón, el 28 de enero. Pregunta. ¿Qué centró su comparecencia ante Garzón? Respuesta. De lo que le dije al juez y del contenido mismo del informe que presenté no puedo hablar, al menos de momento. Lo que sí puedo decir es que la tesis es que efectivamente el general Pinochet no era jefe de Estado con fecha anterior al 27 de junio de 1974. Sé que el informe que redacté fue traducido con carácter de urgencia y remitido a Londres y que hace precisamente un par de días, El Mercurio (el diario más conservador, pero también el más prestigioso de Chile) recogía que el último día la acusación había presentado un escrito en el que negaba la calidad del jefe de Estado de Pinochet con anterioridad a esa fecha. P. El hecho de que su aportación pueda servir para demostrar que Pinochet no era jefe de Estado en aquellas fechas, cambia el rumbo de la investigación. R. Si lo que se está discutiendo es si tiene inmunidad parlamentaria porque ha sido jefe de Estado de Chile, el proceso adquiere otro cariz, ya que Pinochet puede ser imputado en la medida en que no le ampara la inmunidad que recae sobre cualquier persona que ejerce el poder en una nación. P. La participación de un historiador como perito en un proceso de estas características es, cuanto menos, inusual. R. Hay personas que me han escrito diciendo que es la primera vez que ocurre. No me atrevería a afirmarlo. Lo que sí me parece trascendental en este caso es la aparición de la Historia como disciplina en este proceso. Aunque también tengo la impresión de que hubiera sido deseable cierta interdisciplinariedad en el proceso de instrucción. P. Con su aportación se producen dos saltos integradores en este proceso: el elemento de la Historia y el de la prensa. R. Claro, el historiador trabaja lógicamente con la información hemerográfica. Las hemerotecas son fuentes de primer orden que, lógicamente, han de ser sometidas a la crítica del historiador. No nos creemos a pies juntillas el documento que encontramos. R. Derrida dijo aquí en Valencia que hay que repensar los testimonios históricos con la aparición de nuevos tipos de documentos. R. La idea que da es que la Historia está siempre en construcción, entre otras cosas, porque cada sociedad reinterpreta la Historia desde las preguntas que ella le hace, lo que nos lleva a la objetividad del historiador. El historiador puede aspirar en el mejor de los casos a la pretensión de objetividad, pero no a la objetividad como categoría. No es un forense, no es un señor que disecciona. P. La sociedad chilena, ¿está tan polarizada como dice Jorge Edwards? R. Estoy indignado con Edwards. Creo que existe una polarización social y política en Chile importantísima, que está determinada por el empecinamiento de los partícipes, colaboradores o beneficiarios del régimen militar en avanzar en contra de la reconciliación. Todavía hay ese deseo de continuar hurgando en la herida con gritos como: "Si murieron fue por que eran comunistas". P. Usted procede del Partido Comunista, ¿cómo vive esta reconciliación de la Historia con la izquierda latinoamericana? R. Desde un doble plano. Como ciudadano que se enfrenta al genocio, a la injusticia, a la tortura. Y como historiador frente a un complicado proceso de transición. Porque la democracia chilena ha recibido diversos adjetivos, pero el que más me convence es el de Manuel Antonio Garretón, una "democracia de mala calidad", porque tiene el terreno minado por las herencias que dejó la propia dictadura: los senadores designados, un Consejo de Seguridad Nacional, una reforma electoral que se hizo ad hoc para quitarle peso a la izquierda en sus bastiones tradicionales, el papel que se le adjudica a los militares, etcétera. P. En este contexto, ¿qué implicaciones tendría la extradición? R. No podría decir qué es lo que va a pasar. Pero tengo la convicción de que, pase lo que pase, nada va a ser igual en Chile. Si nos fijamos, nadie absolutamente nadie está diciendo que el general Pinochet es inocente. Cuando salió el informe de la Comisión de Verdad y Reconociliación, que contabilizó el número de víctimas mortales durante el periodo militar, aún había cierta posibilidad en la sociedad chilena de banalizarlo o desmentirlo. Hoy en día eso ya no es posible. El hecho de que los tribunales de Gran Bretaña, España o los suizos, franceses, y alemanes estén en la causa abierta contra el general, actuando judicialmente con independencia de los poderes políticos... P. Y pese a Fungairiño.. R. Pese a los fungairiños y los cardenales, todo esto tiene que hacerlos reflexionar. Por eso creo que nada va a ser igual después de este proceso. Además, si el dictamen de los lores está en sintonía con el de noviembre y eliminara la inmunidad del general sería un aviso para navegantes, para todos los "Milosevics" y Kabilas". P. ¿No le parece una paradoja que el juicio contra un genocida se convirtiera en un juicio paralelo a un luchador de los derechos humanos como lord Hoffman? R. Que algo que debiera de ser tiembre de honor de cualquier ciudadano se convierta en algo que lo condiciona no es una paradoja. Es un sarcasmo.

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