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Los últimos románticos

JAVIER GARAYALDE Se ha convertido ya en una costumbre que la política vasca funcione como una especie de mecanismo de respuesta automática que ante cualquier propuesta presentada por los integrantes del Pacto de Lizarra desencadena un tropel de rechazos, descalificaciones y tergiversaciones varias. Y esto ocurre, no sólo cuando tal propuesta tiene que ver con los contenidos específicos del Acuerdo de Lizarra, sino ya casi con cualquier tema o asunto. El último, la iniciativa de brindar el Parlamento de Gasteiz como sede para un encuentro de la Asamblea Kurda en el Exilio. Por fortuna, todavía hay representantes políticos vascos que no han perdido la memoria; que conservan, personalmente o por el sentimiento de pertenencia a un colectivo, el recuerdo de los tiempos duros, de los bombardeos y fusilamientos, del exilio y la diáspora, de la lengua prohibida y la identidad declarada inexistente. Por fortuna también, esos representantes expresan lo que es un sentimiento mayoritario en este pueblo, y que es más amplio, estoy convencido de ello, que el que abarcan sus votantes. Vivimos tiempos en que la política se ha ido viendo reducida más y más a los ámbitos de la administración de intereses múltiples que se entrecruzan y a veces chocan, a la gestión de los conflictos que de ello se originan. Que ello sea inevitable en sociedades desarrolladas como la nuestra no debería significar que se olvidara, que desapareciera, todo vestigio de la política que se ocupa de los grandes ideales; que se remite, en definitiva, a las grandes condiciones de la existencia de las personas y de los pueblos. Vivimos tiempos también en que la solidaridad se ve mezclada cada vez más con el espectáculo. Si hay cadáveres de niños reventados abriendo el telediario, eso conmueve. Si no los hay, nadie se entera. Los pueblos olvidados, los pueblos con unas condiciones geopolíticas desfavorables, porque de eso se trata en el caso del pueblo kurdo, no la merecen. Pues bien, todavía quedan románticos en política, y eso reconforta. Es cierto que la decisión del Parlamento vasco puede dañar, a corto plazo, algunos intereses económicos. Quienes han promovido, y en definitiva han tomado, esa decisión, lo han tenido en cuenta. Han puesto en la balanza dos realidades de índoles bien distintas, dos motivaciones que apelan a aspectos muy diferentes de la existencia de las personas. Y han optado por un camino que les honra. No es muy habitual correr riesgos, por pequeños que sean, por unos exiliados miserables. Por lo demás, lo que estos kurdos piden es un régimen de autonomía como el que nosotros tenemos, que su lengua pueda ser hablada y enseñada libremente. Los verdaderos miserables seríamos nosotros si les cerráramos la puerta. Por estos días recorre Alemania una exposición fotográfica Los crímenes de la Wehrmacht. Está hecha a base de fotos personales, fotos que soldados alemanes muertos o hechos prisioneros llevaban en sus carteras, como recuerdo de la guerra. Fotos de prisioneros ahorcados, junto a cuyos cadáveres los soldados ríen o hacen bromas. Una exposición que plantea preguntas incómodas, sobre todo para los partidarios del olvido interesado. No hay hornos crematorios en el Kurdistán, pero hay escenas parecidas, como en Kosovo, y hace no mucho ha habido bombardeos. Fotos como las de Gernika. Y no son luchas tribales. Es todo el poder del Estado oprimiendo a un pueblo. Porque esas cosas todavía pasan. ¿Tenemos derecho a ignorarlas, a limitar nuestra solidaridad al 0,7% que nos sobra de las copas? En cuanto a los que se rasgan las vestiduras, da vergüenza. Unos han olvidado de tal forma el exilio de tantos de sus mayores que están a punto de perder todo reconocimiento de su propia historia. Los otros repiten las mismas frases que la dictadura franquista dedicaba a los derrotados en la guerra del 36. Todos esos que se nos presentan como adalides del constitucionalismo y la solidaridad ¿qué riesgos son capaces de correr por los valores que esos conceptos encarnan?, ¿qué motivaciones pueden hacerles moverse un poco de su deprimente y mezquino conservadurismo, se llame de centro o de izquierda?

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