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Esperando algo nuevo

Es cierto que sorprende bastante la frecuencia con la que cambian los responsables de la política educativa, en este caso del gobierno valenciano, pero también en Madrid y en otros muchos sitios. Produce la sensación de que es un lugar de paso, de transición hacia algo, una especie de prueba profesional, de purgatorio, a la espera de un destino mejor. Y es que, en el fondo, todos piensan que las cosas están como están en el mundo educativo y poco se puede hacer para realizar auténticos cambios. Por un lado, sabemos que el mundo de la educación está acostumbrado a las reformas y a las nuevas legislaciones, de forma que ha desarrollado una gran capacidad de inercia, de resistencia al cambio, de adaptación para conseguir que casi todo siga igual. Y eso termina desgastando la ya escasa iniciativa de los gestores. Sin embargo, cada día se hace más evidente la dificultad de mantener esa inercia. La creciente ineficacia de los sistemas de enseñanza, el descontento progresivo dentro y fuera de la institución, las transformaciones radicales que está sufriendo la sociedad, la fuerza de las nuevas tecnologías, todo apunta a que está llegando el final del antiguo orden educativo y el principio de modelos alternativos con metas, estrategias y procedimientos de valoración completamente nuevos. No es muy arriesgado afirmar, y así lo hacen muchos expertos, que en las próximas décadas veremos el desmantelamiento de lo que hasta ahora se ha conocido como organizaciones educativas, con las tensiones y sufrimientos que ocasionan estos procesos, y comenzarán a surgir nuevos modelos menos formales, más diversificados, más creativos y con una cantidad bastante menor de personas ocupadas directamente en esta función. Hay que añadir que la opinión pública, la empresa y los propios gobiernos exigen cada vez más que la educación desarrolle las habilidades necesarias para enfrentarse a las nuevas tareas, que demuestre su eficacia objetivamente y no mediante la típica retórica institucional. Y que garantice que los recursos crecientes que necesita son efectivamente rentables. Una educación global y a la vez diversificada es un planteamiento inevitable desde el punto de vista económico, entre otros, para las próximas décadas. El problema es que todavía no se sabe cómo se puede conseguir semejante cosa. Por último, tenemos que acostumbrarnos a que el hombre comunicado a través de un ordenador está produciendo un nuevo tipo de inteligencia, ni humana ni artificial, sino construida en la interacción entre ambos elementos. Esta inteligencia compartida, que no está en ninguno de los dos sistemas por separado, tiene características muy especiales. Una buena parte de la educación de las próximas décadas estará dedicada a la producción y desarrollo de estas nuevas capacidades inteligentes. Pero a la mayor parte de los gobernantes, al margen de introducir estas palabras en sus discursos, todo esto les parece ciencia ficción. Ésta es una razón fundamental para que se pase de puntillas por las consejerías y ministerios de educación. En educación, como en otros muchos campos, estamos a la espera. Estamos esperando algo nuevo. Mientras tanto, circulamos.

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