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La pasión por Curro Romero justifica una pelea con un cliente, según un juez

La admiración al diestro de Camas es "una forma de entender la vida"

Jorge A. Rodríguez

Un currista de pro y más si es de Camas (Sevilla), como el Faraón, es lógico que tenga "una ardorosa reacción defensiva" si se ataca a su ídolo. No importa que el fan de Curro Romero defienda al diestro en su puesto de trabajo, incluso insultando a voces a un cliente y casi llegando a las manos, lo que le costó el empleo. Así lo entiende un juez del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, quien cree que para el despedido, el Faraón de Camas es el "creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y una forma de entender la vida", por lo que es "lógico" que defendiera al diestro. Es más, en esa disputa, "no fue el ofensor, sino todo lo contrario".

La sentencia de la Sala de lo Social de Sevilla del TSJA, de la que ha sido ponente el magistrado Santiago Romero de Bustillo, confirma un fallo del Juzgado de lo Social número 9, que consideró injusto el despido de José Domingo Ruiz Florencio, un conductor de la empresa de saneamientos Arance Sevilla. El fallo relata que el 10 de marzo de 1998, el despedido se sintió ofendido por una frase que escuchó en una caja del establecimiento, donde pagaban dos clientes. Uno de los dos hizo un comentario "en tono jocoso" sobre las pocas corridas que ese año tenía Curro.Ruiz Florencio no se lo pensó: "Quien tenga cojones, que me diga eso en la cara". "Eso va por mí", replicó uno de los clientes. "Por quien lo haya dicho", contraatacó el currista, según la sentencia, "sin que conste ninguna pelea o altercado". La cosa no se quedó ahí. A los diez días, Ruiz Florencio recibió una carta de despido, en la que se relata que el conductor comenzó una riña con el cliente, "en la que se permitió calificarlo de cabrón, hijo de puta, cornudo...", y añade que ambos no llegaron a las manos porque lo evitó el vigilante jurado.

Arance entendió que esos hechos y el que Ruiz Florencio "hubiera sido apercibido con anterioridad, dado su carácter enormemente violento" eran justa causa de despido, según el artículo 54.2 del Estatuto de los Trabajadores. El currista recurrió y el centro de arbitraje le dio la razón, lo mismo que el Juzgado de los Social. La empresa apeló para que le confirmaran el despido. Pero no fue así. El fallo del TSJA insiste en que Ruiz Florencio es "un gran aficionado a los toros y conocido currista por los empleados y clientes de la empresa". El juez percibe que en la mofa sobre las pocas corridas de Curro se notaba que había "familiaridad y conocimiento" entre los contendientes, por lo que resta importancia al hecho de que la disputa taurina ocurriese en el centro de trabajo. En el fundamento de derecho segundo es donde el magistrado, también reconocido currista, según allegados suyos, hace una profesión de fe del Faraón de Camas. Dice que los clientes habituales eran, "sabedores de la afición del demandante y de su sentimiento currista, que es indudable y notoriamente altruista en favor del diestro, arraigado y profundo como el que más, creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida, por lo que exige el máximo respeto de quienes no -o sí- lo tienen".

Cuando se falta a ese respeto a Curro, "es previsible la reacción ardorosamente defensiva de quien lógica y naturalmente se considera ofendido, como le ocurrió al demandante (...) que, por ende, no fue ofensor, sino todo lo contrario". Por ello, el juez cree que el comportamiento del conductor currista "no puede incluirse en el artículo 54.2c del Estatuto de los Trabajadores, dado que además no se produjo pelea ni alteración alguno en el centro de trabajo de la demandada". Resultado: anula el despido y le impone las costas a Arance Sevilla.

El fallo es recurrible en casación, motivo por el que el currista no quiso hablar ayer. "Soy currista y estoy en el paro", dijo por teléfono. "A Curro le va a hacer mucha ilusión, porque es muy bonita", aseguró ayer su apoderado, Manuel Cisneros.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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