"Hemos perdido la luz"
Más de ocho mil soldados custodiaron los 20 kilómetros por los que desfiló en Ammán el cortejo fúnebre
Más de ocho mil soldados formaron ayer un cinturón de acero a lo largo de los 20 kilómetros de las calles de Ammán por los que desfiló el féretro con los restos mortales del rey Hussein de Jordania. El despliegue militar y policial logró canalizar y controlar las explosiones de dolor ciudadano que, en forma de manifestaciones espontáneas, se fueron sucediendo a lo largo de toda la mañana. "Hemos perdido la luz. Estallan las bombas, pero ya no hay luz", cantaban rítmicamente las mujeres beduinas, entre sollozos y lágrimas, en lo alto de la colina de Qosur, al pie del muro del cementerio Real, donde ayer fueron enterrados los restos mortales del rey Hussein.
Los cantos de las mujeres beduinas, vigiladas de cerca por soldados del Ejército jordano en traje de combate y con el arma en ristre, se iniciaron mucho antes de las once de la mañana, la hora en que los servicios de ceremonial habían previsto la salida del cortejo fúnebre del palacio de Bab el Salam hasta el de Raghadan, en la otra punta de la ciudad.
Como si se tratara de un eco, pocos metros más allá, en la otra punta de la calle del barrio de Al Hashim, irrumpió también en cánticos fúnebres otro grupo de mujeres, éstas de origen iraquí, de la región de Basora, todas vestidas de negro, supervivientes de la oleada de un millón de refugiados que llegó a Jordania durante la crisis por la invasión iraquí de Kuwait (agosto de 1990-febrero de 1991).
Hermanos Musulmanes
Los cantos de las mujeres no inquietaron a las fuerzas del Ejército, pero sí se movilizaron cuando vieron avanzar por la calle a las formaciones de los Hermanos Musulmanes, blandiendo banderas negras, repitiendo de forma ordenada y metódica las consignas religiosas y políticas, en un intento también desesperado por llegar hasta lo alto de la colina. Así transcurrió ayer la mañana por las calles de Ammán, donde horas después debía pasar el cortejo fúnebre. La comitiva mortuoria, anunciada con el vuelo rasante de tres helicópteros, fue sencilla y rápida, casi como la del entierro de cualquier otro ciudadano, con la diferencia de que, en este caso, detrás del féretro seguía una interminable formación de coches oficiales llevando en su interior a representantes de más de medio centenar de países. La comitiva fue tan rápida que la población no tuvo tiempo de reaccionar, ni de llorar, ni casi de lanzar gritos, aunque los más rápidos de reflejos tuvieron, eso sí, tiempo suficiente para exclamar, una vez más, en voz alta: "Alá es el más grande", o "no hay más Dios que Alá", o, simplemente, "adiós, Hussein".
"No es un rey como todos. Es mucho más. Ha sido mucho más. Es un hombre de paz", aseguraba un ciudadano con la cara semicubierta con la tradicional keffia a cuadros blanca y roja. Trataba, como otros muchos vecinos, de resguardarse de las rachas de viento frío que asolaron ayer las calles de Ammán. En sus gestos había cierto sentimiento de desilusión, como si la larga espera hubiera sido mal recompensada. Él también esperaba mucho más.
La operación había sido un éxito. Ammán había tenido un funeral tranquilo. El despliegue de servicios policiales, los soldados del Ejército, las brigadas antidisturbios, los paracaidistas y, sobre todo, una larga semana de continuada espera, la televisión y la radio habían ayudado a anestesiar las manifestaciones de dolor ciudadano, que tanto habían preocupado al Gobierno en los últimos días.
Tres días de duelo
Jordania inició ayer tres jornadas de duelo civil, decretado por el Gobierno, durante las cuales permanecerán cerradas todas las tiendas, la Administración e incluso los servicios básicos. Los más optimistas esperan que el país se ponga a funcionar el próximo domingo, finalizando así con una larga interrupción, que de hecho se inició el viernes, cuando el rey moribundo llegó procedente de la clínica estadounidense donde estaba siendo tratado. Otra cosa serán los 40 días de dolor impuestos por el Corán, y que configuran el duelo religioso, durante los cuales el alma del rey Hussein vagará en busca de un destino definitivo y que todos aseguran que no es otro lugar que el paraíso. El fin de esta larga espera será festejado con otra ceremonia religiosa en la que de nuevo el recuerdo del monarca llenará a todo su pueblo. Abdalá II estará ya reinando y el rey Hussein se habrá convertido casi en un mito.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.