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El fantasma de la especulación urbanística

Antonio, El Pastelero, lleva seis décadas viviendo en Velluters y esgrime una teoría que comparte toda la directiva de la asociación sobre la causa de los males del barrio. "¿No será", se pregunta Antonio, "que han degradado el barrio por su valor monumental, cerca de la Lonja, los Santos Juanes y el Mercado Central, para que nos marchemos y poder especular con el suelo?". Los vecinos dicen que los socialistas sentaron las bases hace una década para provocar "un desahucio de gran envergadura" y que los populares lo están consumando. Culpan a las autoridades de no invertir en el barrio, no realizar una presión policial efectiva y dejar que los edificios de propiedad municipal sean invadidos por indigentes y camellos hasta que se desplomen. Antonio recuerda a los más jóvenes que Velluters no estuvo siempre marcado por la sombra. Cierto que desde antaño acogía el barrio chino de Valencia. En sus esquinas alternaban las prostitutas y en las tabernas cerraban negocios individuos de toda calaña. Pero en su juventud abundaban allí las carnicerías, peluquerías, hornos y demás comercios. Dice que ni tenían miedo ni cerraba las puertas. Ahora ha tenido que cerrar su pastelería, como la mayoría de comercios, y no ha encontrado a nadie que quiera el negocio ni regalado. En las ventanas cuelgan carteles de Se vende y en algún bar un rótulo anuncia que se traspasa. Los dueños de solares y casas en ruinas aguardan mejores tiempos para construir. Alberto y Patricia están anodadados. Les dieron una ayuda del Plan Riva para reformar una finca y ahora van a desahuciarles para derribarla. Está en buen estado, pero quedó proscrita en la nueva ordenación urbana. Una planificación que pone los pelos de punta a los vecinos: las calles de gran anchura y el complejo educativo y científico en proyecto romperán, en su opinión, el entramado de callejas. Temen que el corazón de Valencia se convierta en una aséptica zona de oficinas.

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