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El Comité Olímpico Internacional está a favor de que España sea la sede del nuevo órgano

El Comité Olímpico Internacional, molesto por los ataques que está sufriendo en Suiza, tanto por los últimos casos de corrupción de sus miembros, como por las cuestiones fiscales, no tiene ya interés alguno en defender que la sede de la Agencia Antidopaje sea en Lausana. Según un alto portavoz del COI, una opción válida sería España, si ésta lo aceptara. Fuentes consultadas ayer del Consejo Superior de Deportes, se mostraron encantadas de la propuesta. Las críticas más duras al COI, aparte del mundo anglosajón, están viniendo justamente del país sede del olimpismo. Las últimas, a causa de sus privilegios fiscales, pese a tener derecho a ellas. Una encuesta del semanario Sonntagsblick recogió que el 63% de los suizos no estaban de acuerdo. Cambiar la sede del propio COI a Barcelona, como publicó ayer 24 Heures, sería descabellado, pero el de la agencia creada con las reservas de la UE en la Conferencia Mundial finalizada el jueves, sería factible, máxime cuando en ella ya se alzaron voces, políticas y deportivas, en contra de que estuviera en Lausana para evitar lo más posible el paraguas del COI. Las primeras negociaciones sobre la composición, sede y otros aspectos de la agencia se desarrollarán en los próximos tres meses. El COI ya ha nombrado una comisión de tres miembros, el canadiense Richard Pound y los belgas Jacques Rogge y Alexandre de Merode. El día 18 se reunirán por primera vez especialistas de la UE y del CE para decidir la estrategia.

La contienda político-deportiva que se entabló en la conferencia por el control de la agencia, e incluso en la redacción del último punto sobre la colaboración entre ambos, se saldó con la cesión del COI para salvar la declaración final. El organismo olímpico no movió un dedo tras la protesta de los ministros y responsables de la UE al verse discriminados. Pero éstos se hubiesen marchado si no se les hace caso en sus contraofertas, como confesó el español Eduardo Ayuso.

Esta teórica derrota del COI y de su presidente, Juan Antonio Samaranch, no se ha tomado como tal en el seno del organismo. Ha sido pura cesión estratégica y esperada. La unión es mayor que antes de la conferencia, un auténtico soplo de aire fresco en la viciada atmósfera actual. Los aplausos finales, a juicio de muchos presentes, fueron también significativos. Los casos de supuestas corrupciones, aunque algunos sean irrelevantes, continúan, pero salvo que suceda algo imprevisto, Samaranch sólo se irá si los miembros no le apoyan en la Sesión de marzo. Y los cálculos ahora son que el 80% están a su favor.

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