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La hiperactividad de un gestor cargado de poder

Pedro Areitio Toledo es un empedernido fumador de cigarrillos negros, marca Habanos. Trabaja con la misma intensidad que fuma (varios paquetes al día). Su hiperactividad, según cuentan los que le conocen, le ha llevado a concertar hasta tres comidas distintas en un mismo día. Alguna vez, según cuenta el propio Areitio, se ha visto obligado a almorzar dos veces para no enfadar a sus comensales.Entre 1989 y 1991, como jefe de las obras municipales, se ganó, a pulso y desde el tajo, la confianza del PP. Gestionó el triple turno para acabar antes los primeros túneles que aprobó el centro-derecha y con los que ganó las elecciones por mayoría absoluta en 1991. Ese año saltó a una de las jefaturas municipales con más poder: la Gerencia de Urbanismo.

Desde allí trabajó para que se luciera el edil de Urbanismo, José Ignacio Echeverría, y tramitó algunas polémicas (recalificaciones de Aravaca, expedientes en el Servicio de Edificación Deficiente...) que todavía le duran en los tribunales. También emprendió la ingente obra del nuevo Plan General de Madrid. Esos cuatro años sin respiro para Areitio permitieron a Echeverría escalar posiciones. Como primer teniente de alcalde, Echeverría colocó a su sombra a Areitio en el área de Tráfico y Seguridad Ciudadana.

Desde este departamento, Areitio ha tenido que administrar las cuestiones propias de la circulación y el tráfico madrileños (con una nueva ordenanza ya en vigor y la privatización de los aparcamientos para residentes) y contestar, a la vez, a denuncias urbanísticas que otros no atendían.

Mientras desde la Gerencia de Urbanismo se empleaban con tibieza ante las denuncias de presuntas irregularidades en la recalificación de terrenos en Aravaca, Areitio elaboraba desde su despacho del área de Tráfico una replica por escrito al fiscal. Una gestión llena de sobresaltos y cargada de trabajo para una persona que vive a un ritmo frenético.

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