ALARMA EN EL CONSERVATORIO DE MOSCÚ
Vladímir Ziva acababa de marcar, a las 20.15 horas del sábado, el último compás del concierto para violoncelo y orquesta en do mayor de Haydn, al frente de la Orquesta Sinfónica de Moscú, y la gran sala del conservatorio se vino abajo de entusiasmo, especialmente con la interpretación del solista, el violoncelista Alexandr Khyazeb, que apenas veinte minutos antes había asombrado también al público como solista de órgano de otra obra de Haydn, el concierto número 1 para órgano y orquesta en do mayor. Y fue en ese momento mágico, al final de la primera parte del concierto, cuando director y solista recogían ramos de flores y aplausos, cuando sonó la primera voz de alarma. "¡Fuego!", gritó alguien en el anfiteatro. Desde el patio de butacas sólo se veía salir humo, pero, efectivamente, se había producido un pequeño incendio en uno de los grandes templos de la música clásica en Rusia, un edificio de finales del siglo XVIII convertido en conservatorio en 1871. La gente no perdió la calma. Incluso, por unos minutos, conservó la esperanza de que el concierto siguiera adelante con los valses y polcas de Johan Strauss programados para la segunda parte. Pero, pronto, se apagaron las luces de la sala y empezaron a llegar bomberos. Poco a poco, ordenadamente, la gente recogió sus abrigos de los guardarropas y salieron a la calle, entre gritos de los hombres del casco y la piqueta. "¡Váyanse, váyanse!", gritaba. La calle, la Bolshoya Nikitskaya, una de las más importantes del centro de Moscú, bordeada de teatros, museos, palacios y embajadas (entre ellas la española), estaba tomada por más de 20 coches de bomberos. Afortunadamente, todo quedó en un susto, causado al parecer por un cortacircuito, pero hizo pensar inevitablemente en el peligro que corre otra joya arquitectónica de la capital rusa, el teatro Bolshói de Ópera y Ballet, donde, entre tanto, se representaba La Bohéme. Considerado por muchos técnicos como una cerilla que sólo necesita una chispa para encenderse, vive su última temporada antes de someterse a una restauración a fondo, que durará años y costará miles de millones de pesetas.-
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