CRÍTICA » TEATRO Intriga para dos actores
La huella De Anthony Shaffer, en versión de Juan José Arteche. Intérpretes, Agustín González, Andoni Ferreño. Iluminación, Josep Sobles. Vestuario y escenografía, José Luis Raymond. Dirección, Ricard Reguant. Teatro Rialto. Valencia, 14 de enero.Lo peor que le puede pasar al estreno de un montaje teatral es que ya haya sido objeto de una versión cinematográfica, y con mayor razón cuando, como es el caso, se trataba de una película notable, con Laurence Olivier y Michael Caine dirigidos por Mankiewicz. A esa circunstancia, tal vez indeseada, se une el detalle de que la obra sea de las que requieren de dos actores de fuste para llegar a buen puerto, de manera que resulta inevitable preguntarse por la necesidad de atenerse a una versión distinta de la que produjo mayor placer al espectador. Engorros de este tipo al margen, hay que decir que La huella es un trabajo muy entretenido y ajustado a sus propósitos, en el que la minorización de las sorpresas de la trama no atenúa el reconocimiento de los méritos propios del nuevo intento. Una escenografía de interior cálida y minuciosa, iluminada, como es lógico, por Josep Solbes, acoge la trampa del escritor de fama al amante latino de su esposa, a partir de un pretexto que contribuye a revelar la catadura auténtica del pretendiente. Este juego de destrucción mútua tiene implicaciones que desbordan la mera intriga policíaca, para sugerir que estamos ante el espejo de una sociedad de usurpadores. Agustín González se las sabe todas, así que poco hay que decir sobre una interpretación que ejecuta sobrado de recursos y tirándole algún que otro cable a Andoni Ferreño. Todo bajo una dirección que no se permite matices mayores de los que contiene el texto, aunque en ocasiones resulte algo endeble la preparación escénica de los momentos más dramáticos.
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