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Patologías políticas

JULIO SEOANE La agitación parece ser una de las características de la campaña política de las próximas elecciones valencianas, una agitación más de personas y de puestos que de ideas o de programas. Al menos, así parece indicarlo la última crisis política, marcada por dimisiones, fuga de partidos y conflicto de nombramientos. Desde el inicio y a lo largo del desarrollo de este conflicto, se pueden destacar tres características indeseables en cualquier proceso institucional. En primer lugar, la tendencia a la improvisación que, por ser reiterativa, se convierte ya en una conducta típica. En segundo lugar, una pésima actuación del gabinete de crisis. Y, por último, la propagación de un sentimiento de intranquilidad, de inquietud y agitación en la política valenciana, muy poco deseable para la imagen de los candidatos. La improvisación ya estuvo presente en otras ocasiones. Y ya entonces mantuve que puede ser una virtud cuando se intenta ganar la confianza de los demás, siendo espontáneo, directo, creíble. Pero cuando no se trata de obtener la aceptación de otros sino de influir en los acontecimientos, cuando la motivación no es el éxito social sino el poder político, la improvisación es una conducta de riesgo muy peligrosa. Y si, además, es una conducta repetitiva entonces hay que preocuparse seriamente por esta tendencia, que puede llevar hasta el suicidio político. Un gabinete de crisis no es una reunión de subordinados que se juntan ante la voz de alarma del jefe. Es un grupo de expertos que se constituyen desde el inicio de la crisis (a veces antes, cuando es una crisis controlada), con entrenamiento en técnicas para defenderse de los análisis distorsionados por la ansiedad y las presiones de la situación, y que ofrecen un amplio abanico ordenado de alternativas posibles al que tiene que tomar las decisiones. Por supuesto, se ocupa también de transmitir una sensación de tranquilidad y de seguridad a los medios de comunicación. Hace más de 20 años que existen estudios y cursos de entrenamiento para formar a gabinetes de crisis. Lo que ocurre aquí se parece más a una reunión de familia, el ambiente más propicio para tomar decisiones políticas equivocadas. Por último, el desarrollo de esta crisis revela cierto desprecio por el efecto educativo que toda campaña electoral lleva consigo. Los ciudadanos obtienen una considerable cantidad de información sobre los candidatos, a lo largo de todo el proceso. La capacidad de iniciativa, las respuestas a la tensión, las habilidades organizativas, la resistencia a las presiones, son algunas de las características que se observan en las campañas y que sirven para anticipar la conducta de los líderes en sus futuros puestos institucionales. Este es el momento de cuidar la imagen, que en esta ocasión ha sido de inseguridad y vacilación, lo que produce intranquilidad y desconfianza en los votantes. Es normal que en estos períodos aparezcan una serie de patologías políticas. Siempre existen, pero se manifiestan principalmente en las situaciones límite. Sin embargo, también es normal que se apliquen terapias rápidas y enérgicas ante estas patologías. Veremos.

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