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Un hospital de lo más salvaje

El centro de recuperación de animales de Majadahonda (Madrid) atendió a 1.580 ejemplares en 1998.

A Bernarda, una avutarda de un metro de alto y dos de ala a ala, le sorprendió un tendido eléctrico en pleno vuelo. Su ala izquierda chocó contra el cable y cayó desplomada con una fisura en uno de sus largos huesos. Un excursionista la encontró herida en el monte y la recogió como pudo. La enorme gallinácea fue trasladada al hospital de animales de Majadahonda, dirigido por el Grupo para la Recuperación de la Fauna Autóctona (Grefa), una entidad sin ánimo de lucro que vela por el cuidado de los animales silvestres. El ala de Bernarda fue escayolada y la fisura soldó. Un mes después volaba de nuevo en un sembrado próximo a donde fue encontrada. Es uno de los 1.580 animales que ingresaron en el hospital a lo largo del año pasado. De ellos, 157 estaban muertos.Los 25 especialistas de Grefa, entre veterinarios, biólogos y naturalistas, se encargan de curar, para devolver al medio natural, a todo animal silvestre que ingrese en el centro con una lesión importante. El centro tiene desde quirófanos hasta habitaciones donde recuperar a los animales ya intervenidos, y salas de musculación para que recuperen la forma antes de conseguir el alta.

Además de la lesión, lo que más afecta a los animales salvajes es el estrés que les produce el contacto con el hombre. "Hay que tener mucho cuidado en el manejo de los animales. Pueden morir de un infarto derivado del nerviosismo que les provoca el ser humano", explica el presidente de la organización ecologista, Ernesto Álvarez.

En Grefa ingresaron dos águilas pescadoras en 1998, las dos fueron abatidas a tiros. Una de ellas seguía viva. Se le hicieron radiografías y se vio que tenía el cuerpo lleno de plomo. Uno de los perdigones le afectó a un ventrículo del corazón. Estuvo cuatro días bajo vigilancia constante en la unidad de cuidados intensivos del centro. "Mantuvimos sus constantes vitales en marcha con aparatos médicos y la alimentábamos con suero. Al final no aguantó y falleció", explicó Fernando Garcés, el secretario general de la organización.

El del águila real Patachula es el caso más triste que recuerda Álvarez de todo 1998. La rapaz colisionó contra una valla metálica y quedó colgando, enganchada de una garra. Al aletear se amputó la garra y la pata se le quedó en un muñón. En Grefa la curaron y la devolvieron al campo. Al principio Patachula no cazaba, sobrevivía atracando a otras rapaces menores. "Como es un ave grande, les robaba las capturas a los milanos", explicó Álvarez. Pero luego Patachula comenzó a cazar y su vida comenzó de nuevo. Pero por poco tiempo, puesto que un cazador desalmado la abatió a tiros y, después, la dejó semienterrada en el campo.

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