El G-7 descarta usar más fondos para hacer frente a la inestabilidad
La crisis financiera se ha cobrado en Brasil una nueva y significativa pieza y ha sumido en el abatimiento a los dirigentes económicos mundiales. A la resistencia de Brasil habían fiado muchas esperanzas los dirigentes del G-7 (grupo de países más ricos del mundo) y del Fondo Monetario Internacional. El ministro del Tesoro italiano y miembro del G-7, Carlo Ciampi, ha resumido la preocupación que generan los acontecimientos con una frase lapidaria: "Nos enfrentamos al riesgo de una deflación mundial". Los responsables económicos del G-7, con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, a la cabeza, y el director gerente del FMI, Michel Camdessus, se han mantenido en contacto telefónico directo, aunque pocos resultados se conocen. De nuevo, las palabras de Ciampi son elocuentes: "Camdessus y los demás lo hemos dicho con franqueza: en este momento no hay ninguna cosa que se pueda o deba hacer por nuestra parte. El préstamo de 41.500 millones de dólares del FMI a Brasil fue librado y sería absurdo pensar en nuevas intervenciones".
El primer ministro británico, Tony Blair, pidió un mayor compromiso en favor de la reforma del sistema financiero internacional, basado en la transparencia y la cooperación. El gobernador del Banco Central alemán, Hans Tietmeyer, fue más optimista: "La situación es mejor de lo que algunos creen". Tietmeyer recordó que "no existe una receta mágica" para resolver los problemas de Brasil. En términos parecidos se pronunciaron los ministros de Economía de Francia y Alemania.
Con las turbulencias financieras de fondo, el canciller alemán, Gerhard Schröder, dijo ayer que esperaba que en la Cumbre de los Siete países más industrializados (G-7), el mes de junio próximo, se acuerden las bases de un nuevo orden financiero internacional. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Wim Duisenberg, rechazó esa posibilidad.
