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Javier Benjumea y Enrique Alarcón Álvarez, doctores "honoris causa" por la Hispalense

Carmen Morán Breña

Es la primera vez en casi 500 años de historia que la Universidad de Sevilla concede el título de Doctor honoris causa en Ingeniería. Ayer, dos ingenieros, Javier Benjumea Puigcerver y Enrique Alarcón Álvarez, recibieron de manos del rector, Miguel Florencio Lora, el libro de la Ciencia, la medalla, el birrete, el anillo y los guantes, símbolos de la más alta distinción universitaria. A cambio, los investidos prometieron honrar a la institución académica y servir a la ciencia y a la técnica. La infanta Cristina y su marido, Iñaqui Urdangarín, presidieron el acto.

"Ha traído su alteza el agua a Sevilla" dijo el veterano empresario Javier Benjumea, poco antes de iniciar su discurso, haciendo referencia a la lluvia que cayó durante toda la mañana sobre la capital andaluza. Este sevillano, ingeniero industrial desde 1939 fundó a comienzos de la década de los 40 la empresa Abengoa que presidió hasta su jubilación hace unos años. La empresa comenzó su andadura con la elaboración de contadores eléctricos pero poco a poco va sufriendo transformaciones y extendiendo múltiples brazos industriales que la han convertido en la mayor empresa de ingeniería de España y el primer grupo industrial privado de Andalucía con unos ingresos de más de 130.000 millones de pesetas. De toda su actividad la mitad se desarrolla en España y el resto en el extranjero. La actividad empresarial y cultural desarrollada por este empresario le han hecho merecedor en anteriores ocasiones de títulos como el de Hijo Predilecto de Sevilla o el de Marqués de la Puebla de Cazalla, otorgado por el Rey Juan Carlos en 1994. "Yo no puedo elaborar una tesis técnica de nivel alto. Tengo ya muchos años. Mis conocimientos se han deteriorado u oxidado", dijo Benjumea, quien a pesar de las evidentes limitaciones de sus condiciones físicas, salpicó su discurso con pequeñas notas de humor, las únicas que se escucharon en el solemne acto. El Gaudeamus Igitur también se entonó para Enrique Alarcón Álvarez, otro ingeniero, éste de Caminos, Canales y Puertos, cuya tarea científica ha estado al servicio de la detección y prevención de terremotos. Alarcón ha participado en en el diseño de numerosas y complejas obras de ingeniería, actividades académicas y profesionales que le valieron ser elegido miembro de la Academia Española de Ingeniería en 1994. En su discurso de investidura, este catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, se refirió a los últimos avances que el campo de la detección de movimientos sísmicos se han producido, una actividad científica que no sólo es "un apasionante problema ingenieril, sino también un tema de seguridad ciudadana que pone en cuestión el papel de la ciencia y las obligaciones de la sociedad". "Un problema es que los periodos de retorno de los terremotos son más largos que los de los responsables políticos y por tanto, el éxito de las medidas sensatas es recogido por generaciones posteriores a la que debe subvencionar el esfuerzo", dijo el doctorando. Alarcón aludió a la última catástrofe de Centroamérica para recordar la necesidad de crear "una opinión pública de prevención mediante ejercicios de adiestramiento y simulaciones. Tras el acto, los duques de Palma charlaron con los recién investidos. Seguía lloviendo en Sevilla.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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