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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Toses contra violines

A propósito del artículo Toses contra violines, del pasado domingo 6, entiendo lo duro que es para un director como Kurt Masur el hecho de que le tosan de manera descontrolada en el largo de la Sinfonía número 5 de Shostakovich.Lo peor de la popularización salvaje de la música clásica es que cualquiera que accede a una sala de conciertos se cree con el derecho de comportarse de la misma manera que si estuviera en la salita de su casa escuchando en el hi-fi la última selección de los tres tenores. A ese público que no concibe la globalidad y la integridad de una obra de arte, tal y como no la concibe la gran mayoría de las cadenas de televisión con cualquier película que emitan, no le importa que le suene el teléfono móvil, toser hasta la asfixia o hacer un comentario en voz alta.

Recuerdo hace dos años, en Nueva York, cuando mi esposa y yo quedamos sorprendidos gratamente al poder comprar sin reserva una entrada directamente en la taquilla del Avery Fisher Hall 20 minutos antes del comienzo del concierto. La entrada, que costó menos de 5.000 pesetas y con opción a conferencia previa al concierto, nos hizo disfrutar de una magnífica versión que la soprano Maria Ewing, la Filarmónica de Nueva York y el propio Kurt Masur hicieron de El martirio de san Sebastián, de Claude Debussy.

La sorpresa fue mayor cuando a lo largo de toda la representación la música se vio acompañada de toses y extraños ruidos, el largo y sonoro rastro que los tacones de personas que entraban y salían de la sala. Esto no es un problema de garganta, ni de oído, ni tan siquiera de educación: es un problema de actitud de escucha. Los conciertos son cada vez más espectáculos y menos de escucha y de contacto del hombre con la música. Porque cualquier músico, dejando a un lado prestigio y mito, lo que hace en un concierto es entablar con el público lazos de comunicación. Lazos que están más cercanos a los sentidos y al espíritu que al oído y al cuerpo.

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Por llegar a una conclusión, ¿de qué sirve encarecer el precio de las entradas de grandes conciertos si acceden a ellas los que menos quieren escuchar? Es hora de dejar de comerciar con la música y de aprender a valorar la actitud de escucha.

Si no estamos en condiciones de escuchar, mejor dejarla disponible al que lo esté y quedarnos en casa. -

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