Raúl remueve un partido insípido
El Madrid prosigue su escalada con un triunfo sencillo ante el Salamanca, pero con mal juego
Con goles y poco juego, el Madrid prosigue su escalada en el campeonato. Frente al Salamanca necesitó a Raúl para remover un encuentro insípido, otro más de los muchos que protagoniza el Madrid de un tiempo a esta parte. A poco de comenzar el segundo tiempo, Raúl comenzó a correr a los defensas. Los persiguió en solitario, en un gesto de coraje y dignidad que se echaba en falta en el resto del equipo. Hasta entonces predominaba una quietud mortecina. La pelota iba de un pie a otro sin saber para qué. Se tramitaba la cosa de una manera irrespetuosa con el público, que acudió en masa a Chamartín. Se citaron 80.000 personas en el estadio, pero para los futbolistas había media docena de amiguetes. Jugaron con desgana, como resacosos, probablemente confiados en la lógica que establece el Madrid en este tipo de partidos. Le bastan tres o cuatro remates para ultimar a rivales del pelo del Salamanca. Raúl se percató de que el resultado podía peligrar si el encuentro seguía con la rumia del primer tiempo. Decidió que era necesario un poco de temperamento. Vamos, que no se resignó. Se salió del carril general y estableció un peculiar método de acoso. Si sus compañeros no presionaban, él lo haría por ellos. En su gesto se advirtió el punto conveniente de dignidad profesional, voluntad y ardor. Y también la inteligencia. Porque los defensas del Salamanca estaban dispuestos a entregar la pelota al primer achuchón. De esta manera consiguió el Madrid el segundo gol, el tanto decisivo. Los defensas del Salamanca comenzaron a pasarse el balón, y Raúl comenzó a perseguirlo con tenacidad. El efecto fue inmediato. A los zagueros les entró un ataque de pánico. Se hicieron un lío, condujeron la pelota hasta la línea de banda y allí la perdieron. No sólo eso. En su deplorable acción se desordenaron de tal manera que Raúl sacó de banda y Suker lo convirtió en gol.
En algún lugar, Benito Floro lloró de emoción. Por segunda semana consecutiva, el Madrid se aprovechó de un saque de banda para marcar un gol. El gesto de Raúl mereció la ovación de la hinchada, que hasta entonces había presenciado el encuentro con la misma atonía que sus jugadores. Es cierto que algunos espectadores silbaron el juego de su equipo en el primer tiempo, pero el asunto no pasó a mayores. La misma confianza que tenía el Madrid en resolver el trámite la tenían los aficionados.
El Salamanca marcó primero, pero nadie se preocupó. Mucho menos cuando Raúl consiguió el empate. Gol típico, por cierto. Un espléndido remate de Seedorf se estrelló en la escuadra y Raúl fue el más listo en el rechace. Esos detalles le hacen especial.
El primer tiempo sólo tuvo de reseñable los goles. El resto apenas sirvió para otra cosa que para comprobar la parálisis que le invade habitualmente al Madrid. Nadie aprieta, nadie se inflama, nadie se desmarca, nadie cambia de velocidad. El balón va de pie a pie y vuelta a empezar. Sin embargo, el Salamanca no pudo aprovechar las concesiones madridistas. Tenía el aspecto de las innumerables víctimas que pasan por el Bernabéu sin dejar rastro. Bastó el arrebato de Raúl para dejar al Salamanca en evidencia.
Después del segundo gol, algunos jugadores del Madrid se espabilaron durante un rato. El suficiente para marcar el tercero, que nació de un intercepción de Guti, un buen pase a Raúl, una excelente prolongación a Seedorf y un remate certero de Suker. A pesar de sus evidentes limitaciones físicas, Suker tiene un pie de oro. Su pureza en los remates resulta espectacular. Eso fue el partido: el coraje de Raúl y los tiros de precisión de Suker.
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