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ConvencerFRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

Con el anuncio de que las elecciones serán en otoño, el presidente Pujol ha dado el definitivo pistoletazo de salida a una larga campaña electoral. Tras tantas dudas e indecisiones previas, la pregunta que todos se formulan es: ¿a quién beneficia esta fecha? Las respuestas han sido variadas y para todos los gustos. Permítanme que les dé la mía. Si el PSC quería que Maragall realizara una campaña corta para que, simplemente, su mera imagen, su prestigio y la obra ya hecha bastaran para derrotar a Pujol, la fecha ideal era marzo. Algunas personas del entorno de Maragall eran partidarias de esta opción. Ahora bien, si Maragall y su partido quieren dar las razones y los argumentos de su crítica a la larga etapa del gobierno de CiU y quieren, además, proponer a los ciudadanos catalanes una sólida y bien pensada alternativa, no cabe duda de que el plazo largo es el único que puede convenirles y, por tanto, las elecciones en otoño han constituido una buena noticia. Además, esta segunda opción es la única defendible desde una posición democrática y, más todavía, si es de izquierdas. El mensaje simple, la frase vacía, la imagen solitaria del líder, debe dejarse para aquellos que quieren vencer sin convencer o, dicho de otra manera, quieren sólo hurgar en los sentimientos y no dirigirse a la razón de las personas, seguramente porque los argumentos por los que les interesa el poder no pueden ser expuestos en público. La teoría política actual pone un gran empeño en destacar que la publicidad en el ejercicio del poder es una condición, previa y fundamental, de la participación ciudadana, es decir, de la democracia misma: las actuaciones de los gobernantes no deben ocultarse sino, por el contrario, deben mostrarse con claridad y deben ser explicadas con argumentos razonables. Los socialistas catalanes están teóricamente en esta línea y repiten a menudo la frase atribuida a Rafael Campalans -a quien consideran su más importante referente ideológico- según la cual "hacer política es hacer pedagogía", frase, por cierto, de un gran contenido democrático. Ahora bien, a veces de la teoría a la práctica hay un cierto trecho, y la argumentación socialista sobre los problemas de Cataluña ha brillado en los últimos años por su ausencia. Ahora tienen los socialistas nueve meses por delante: en este periodo de tiempo deben hacer política y pedagogía o, mejor dicho, deben hacer política mediante la pedagogía si quieren tener opción al triunfo. Porque hasta ahora han hecho, ciertamente, política, pero no pedagogía: el ciudadano no sabe todavía cuál es su idea de país, la alternativa que proponen en el funcionamiento de la Generalitat, las soluciones que creen que deben darse a los problemas de Cataluña. Esta incapacidad en transmitir sus propuestas no viene de ahora, sino desde los mismos comienzos de nuestro sistema político. Y Maragall, por el momento, en los seis meses transcurridos desde que en junio anunció su candidatura, no ha empezado todavía a formular públicamente un programa de gobierno, sino que se ha limitado a iniciar una estrategia a partir de dos problemas previos: primero, ha expresado la voluntad de tener una proyección electoral más allá de los límites de su propio partido; y segundo, ha pasado a disputar el voto a Pujol en su propio terreno, es decir, en el de los sectores empresariales y profesionales moderadamente catalanistas. La estrategia puede resultar, en cierta medida, eficaz, ya que un partido de gobierno debe intentar incidir en el más amplio espectro posible; sin embargo, resulta manifiestamente insuficiente para ganar las próximas elecciones. Obviamente, no es malo querer incidir más allá de tus propios incondicionales. Al contrario: es totalmente necesario en un sistema político como el nuestro, en el cual buena parte del esfuerzo electoral de la oposición debe consistir en hacer cambiar de voto a una parte del electorado que no la ha votado en las elecciones anteriores. Las campañas electorales se orientan más a captar la fracción de voto indeciso que a asegurar, simplemente, el voto incondicional. Ahora bien, esta captura de nuevos votantes debe hacerse sin renunciar a los principios y valores propios de la opción que se defiende ya que, de otra manera, se puede ganar por un lado lo que se pierde por otro. El triunfante González en su momento, o Pujol todavía hoy, han hecho pivotar sus estrategias electorales desde los principios de sus respectivos partidos y, por supuesto, utilizando la organización de los mismos. Sin renunciar a nada, han logrado atraer a electores muy alejados tanto de su ideología como de su organización. Es obvio que Maragall debe ampliar el número de votantes socialistas, pero no a costa de las ideas políticas ni de las estructuras de su partido: no lo entenderían sus partidarios ni tampoco creerían en ello los futuros votantes que se pretende captar. No obstante, esta sinuosa estrategia de Maragall no hay duda que ha puesto nervioso a Pujol, y es una de las causas que han originado el retraso electoral sobre la fecha que se había fijado previamente. Cabe pensar, por tanto, que Pujol considera que en otoño las condiciones le serán más favorables, y para ello debe iniciar una contraofensiva que tienda a asegurar lo que tiene en peligro de perder. Ante ello, la alternativa de Maragall no puede ser otra que oponer a la concepción de Cataluña que Pujol ha desarrollado en estos años su propia concepción, transmitirla a la opinión pública y dejar que sea debatida ampliamente a lo largo de estos meses previos a la cita electoral. En realidad lo tiene fácil: el modelo de Pujol hace agua por todas partes y, más todavía, el ciudadano comienza a ser consciente de ello. Pero Maragall no puede sólo vivir de las rentas de su merecido prestigio como principal autor de la espléndida realidad que es la Barcelona de hoy. Debe esforzarse en demostrar que tiene ideas -la capacidad se le supone- para ser también el principal autor de la nueva Cataluña de mañana. Si quiere vencer, debe antes convencer. Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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